Con Willy Ronis, uno de los más grandes maestros de la fotografía, gran artista del siglo XX, nos dejó.

Este representante de la escuela humanista, este hombre comprometido, que en 1983 tuvo la generosidad de legar su obra al Estado francés, hizo aún más: fijó para cada uno de nosotros la poesía de nuestra vida cotidiana y la salvó del tiempo perdido. Este gran narrador nos ha hecho un regalo que siempre durará.

Hijo de refugiado y niño ideal de París, puso una mirada tierna, durante un siglo, sobre existencias de las que sabía captar e inmortalizar la gracia fugaz. Ofreció a nuestras vidas este espejo luminoso. Supo hacer de la fotografía un arte popular.

Willy Ronis permaneció fiel a su agencia, Rapho, hasta la hora de su partida. En el momento en que el fotoperiodismo se enfrenta a los grandes cambios de la sociedad, esta fidelidad es un símbolo y un ejemplo.