Queridos amigos:
Estoy especialmente feliz de estar con ustedes esta noche.
Lo que nos reúne esta noche en esta maravillosa Sala Oval del sitio de Richelieu es el manuscrito de Nadja y el trabajo de Jean Echenoz.
Es la literatura, pues, la que, en estos tiempos de violencia y de repliegue de lo imaginario, nos permite poner una distancia entre nosotros y el mundo inmediato y, por tanto, crear este espacio de libertad, de fecundo desfase y de descubrimiento del otro.
Literatura francesa, que, en estos tiempos de confusión y de cierre de fronteras, encarna la fuerza del pensamiento y el rechazo de las simplificaciones mortíferas, la posibilidad de tener en cuenta la complejidad del mundo. La República siempre se ha basado en las cartas y se ha formado gracias a los grandes debates que la literatura ha producido.
La literatura desempeña un papel importante en este continente paralelo, que es el de la imaginación, objeto de los combates de hoy.
Con su llegada a la cabeza del establecimiento, querida Laurence Engel, se abre un nuevo período determinante para la biblioteca; varias grandes obras deberán ser conducidas al servicio de:
- la finalización del proyecto Richelieu en primer lugar;
- las decisiones que deberán tomarse muy pronto sobre los nuevos espacios de almacenamiento;
- la continuación de la transición digital iniciada por la BnF.
También esta tarde quiero saludar a todos los agentes del establecimiento que siguen sirviendo cada día con seriedad y determinación la causa de la lectura, de la investigación y, por tanto, de la cultura. Además, he escuchado con mucho gusto una formación musical de la asociación del personal de la BNF con motivo de la pre-fiesta de la música.
También quiero rendir homenaje a Bruno Racine, hombre de letras, quien, durante sus dos mandatos como jefe de la BNF, implementó la transición de la biblioteca a la tecnología digital de manera decidida, pionera y con una política de adquisición muy notable.
La Biblioteca le debe mucho.
Esta cena de mecenas constituye también una magnífica oportunidad para fomentar el enriquecimiento de las colecciones nacionales conservadas por la BnF, así como para rendir homenaje a la generosidad de los numerosos donantes que se han manifestado a lo largo del año pasado.
Vuestra contribución es importante. Gracias a vosotros obras excepcionales entran en los fondos de la biblioteca.
Más allá de eso, toda la sociedad se beneficia de su espíritu filantrópico.
Es para mí un placer que la BnF dedique la cena de esta noche al manuscrito de Nadja de André Breton.
Recordemos que el manuscrito de 1927 - casi cien años - que se abre a la interrogación «¿Quién soy? » describe el encuentro entre el poeta surrealista y esta enviada especial del azar que fue Nadja.
Nadja son 15 días de la vida de un hombre - André Breton - y de una mujer - de su verdadero nombre Léona Delcourt - que han dado a luz al más bello relato de amor y adivinación, de poesía y de azar, de la literatura francesa.
Me alegra que este tesoro nacional pueda ser conservado en la BnF gracias a vuestra generosidad.
Por último, la BnF entrega tradicionalmente su premio literario con ocasión de la cena de los mecenas gracias a la iniciativa de Jean-Claude Meyer, Presidente del Círculo de la BnF.
En treinta y siete años, querido Jean Echenoz , habéis publicado dieciséis novelas - 14 era el decimotercer para perdernos - y espigado una decena de premios literarios - 11 con el de esta noche - cuyo premio Medici en 1983 para Cherokee y el premio Goncourt en 1999 para Me voy.
Sus libros son tanto fiestas léxicas y estilísticas, donde la ligereza que es solo aparente la disputa a la apropiación de los géneros, en particular el policial o el thriller.
Es el efecto de su prosa [llamada minimalista] llevar al lector lejos de sus puntos de referencia durante las investigaciones de las que se convierte en cómplice.
Su talento le permite el equilibrio audaz entre el gesto de la escritura - figuras de estilo, gramática, narración - y la melancolía muda de los personajes.
Cada uno de vuestros personajes, como el Fabrice de Stendhal, podría exclamar: «Nunca seré un héroe. »
«La cuestión central de mis libros, en el fondo, es la desaparición», decís.
Era la cuestión del hombre abandonado; hoy es la de «el abandonado», la mujer que desaparece.
Una figura que no es exactamente la de la madre, de Nadja o de la mujer abandonada o ausente, pero que puede designar la literatura misma.
Por estas razones, me congratulo de que la Biblioteca Nacional de Francia recompense su talento.
Y a título personal, me complace entregarle este premio.
Le doy las gracias.