Con gran dolor me enteré de la muerte de Jean-Marc Roberts, mi editor, mi amigo.
Quisiera expresar mi eterna gratitud a quien me ha rodeado con sus sabios consejos y su incesante aliento, para darme la fuerza y la confianza de escribir, aquel que desde hace diez años se había convertido en mi amigo.
Quisiera rendir homenaje a este hombre que amaba tan apasionadamente los libros que dedicaba tanta energía y talento a escribirlos y editarlos, y servía con la misma pasión los libros de los demás y los suyos. Si era un editor notable, fiel, atento, generoso, siempre tan disponible, es porque él mismo era un gran escritor.
Su última novela, la dedicó a la enfermedad que lo consumía. Por este último rasgo de ingenio y elegancia, nos deja para siempre el recuerdo de una inteligencia viva, irreverente, desbordante de humor y de amor.
Todos mis pensamientos están con su familia, sus hijos, que fueron su mayor orgullo, y sus seres queridos. También están con el equipo de la editorial Stock.