Henri Guérin nos dejó. Era un pintor vidriero de extraordinaria inventiva, un maestro y un innovador, uno de los que han permitido al arte de la vidriera conocer, en estos últimos años, un verdadero renacimiento.
Tenía la pasión de la luz, el deseo intenso e incansable de captarla, no para hacerla cautiva, sino para liberar todas sus fuerzas y bellezas, y hacer irradiar los colores variables según la hora del día.
La obra de Henri Guérin se desplegó en todos los espacios, tanto en las iglesias como en los museos, en el dominio público y en el privado. En cada realización, se mostró fiel a esa luz que decía amar desde siempre y de la que habrá sido el gran poeta inspirado.