Villefranche-sur-Mer - Jardines en terrazas del Port de la Darse

departamento

Alpes-Maritimes

comuna

Villefranche-sur-Mer

denominación

Jardines en terrazas del Port de la Darse

dirección

quai de la Corderie

autor

Eugène Beaudouin (arquitecto)

fecha

1956-1958

protección

Inscripción como monumento histórico por decreto de 11 de febrero de 1991

sello de patrimonio XX

Circular de 1º de marzo de 2001

Sobre las bóvedas realizadas en el siglo XVIII por Emmanuel Philibert duque de Saboya, para albergar sus galeras, se construyó un cuartel hacia 1900.
Abandonado en 1924, este cuartel será demolido en la mina por los alemanes en 1944. En 1956, el arquitecto Eugène Beaudouin descubrió las ruinas y, seducido, convenció a las fincas y el municipio de Villefranche de concederle el sitio a cambio de una "restauración" de los locales. De hecho, el arquitecto va a desplegar todo su saber para componer una segunda residencia concebida inicialmente como un gran jardín suspendido en terrazas sobre el puerto. 

Entre el gran muro de contención preservado y las terrazas transfiguradas por plantaciones rústicas pero sabiamente ordenadas, Eugène Beaudouin disemina una serie de habitaciones y pabellones autónomos: su taller - que abre a un patio y la escalera de la secuencia de acceso - un pabellón de vivienda principal y su anexo, un edículo que evoca una barcaza destinada a los niños y, en el extremo noreste, el alojamiento del guardián. Las terrazas plantadas se realizan con el rigor geométrico que caracteriza a los jardines llamados "a la Francesa". Pero este orden está sutilmente contradicho por la exuberancia mediterránea de las plantaciones y el espíritu surrealista que emana del tratamiento de los detalles.
Este espíritu, que es el de un cierto gusto de los decoradores de los años 40 y que ilustra el universo de Jean Cocteau, se afirma en el oculus circular del taller, en la masa orgánica e incongruente de la fuente y también en el principio básico que consiste en utilizar para las plantaciones "macetas" de cemento moldeado de forma cónica y de diferentes dimensiones. Pero es también y sobre todo la práctica del desvío que marca este lugar de una cierta extrañeza de espíritu surrealista: balaustres de cerámica sin barnizar utilizados como pies de mesas o en granizos columnas para marcar el espacio, conos de cemento transformados en capiteles de celosía... es finalmente el tratamiento rústico y naturalista de las superficies, con por ejemplo la utilización sistemática de guijarros en calas y en las paredes, que da todo su sabor y calidad "intimista" a este jardín.
Los interiores son del mismo espíritu, como lo atestiguan por ejemplo en las fotografías de época la cama "suspendida" (de hecho empotrada en la pared) del dormitorio principal. 

• Redactores: Jean-Lucien Bonillo, Raffaella Telese - Laboratoire INAMA/ ENSA Marseille, 2005-2006

Leer también en Patrimonio del siglo XX, el estudio Los Treinta Gloriosos en los Alpes Marítimos