Querido Jean-Louis Aubert:
Hoy rendimos homenaje a quien dedicó su carrera a «cantar para hacernos olvidar/ el mal de vivir/ el mal de amar» y a «golpear las puertas» para hacernos bailar «sobre los escombros de nuestro mundo».
Con Teléfono, has compuesto la banda sonora de toda una época, la de los días posteriores a mayo del 68, la de la generación Mitterrand galvanizada por la victoria del 81. De un mayo a otro, usted ha sabido marcar el tono de una increíble década.
El éxito es instantáneo, 1977 marca el flechazo de toda una generación para este grupo de jóvenes entusiasmados: el concierto gratuito que dan en el metro, el de Metro es demasiado y «meros atrapados en el acuario», paraliza toda la línea 11.
De fenómeno musical, Téléphone se impone rápidamente como el mayor grupo de rock francés y cada uno alimenta la esperanza de su reforma. Porque mucho más allá de la década que ha marcado duraderamente, Teléfono está en el corazón y en el cuerpo de muchas generaciones: sus títulos se han convertido en los himnos intemporales de una juventud para la que «la vida es solo un día» y sueña conOtro mundo de una «tierra redonda», «una luna rubia» donde «bailan las sombras del mundo».
Hoy, años después de sus mayores, también ellos cierran los ojos «para no ver que amanece un nuevo día», también ellos, «al murmullo de la ciudad, en la mañana de las noches locas», nada les asusta.
Vuestra voz nunca ha dejado la escena, sigue dando el ritmo de nuestras vidas y tomando el pulso de nuestras alegrías y de nuestras penas. Esta voz que, de éxito en éxito, «vuelve hacia nosotros/ y no vuelve de estar siempre allí», canta « los trenes que siempre salen», la hora azul donde todo duerme, «la hora de la luna», la ilusión «que nos hace nadar contra el sentido del tiempo». Con vosotros se sangra cuando «falta tiempo a nuestras vidas», una «risa al aburrimiento», con vosotros se ama «lo que huye como se ama la vida».
«Es hora otra vez» decís con fuerza cantando vuestro compromiso ecológico en Azul Blanco Verde, vuestro 2eme álbum en solitario, recordándonos en ¿Qué les vamos a dejar, ' Que si la tierra se abre mañana/ como una boca grande/ le daremos nuestras palabras/ pero tendrá hambre».
Cazador de nubes, coleccionista de horas, ha colaborado con los más grandes para entregarnos textos humanistas impregnados de poesía donde afloran las pasiones, los golpes del destino y los golpes de sangre.
Barbara le ofrece dos hermosas canciones, cuyas letras iluminan nuestras noches @CAP_FIRST$cuando los hombres sordos ya no escuchan el grito de los hombres [... ] Verás, el amanecer vuelve de todos modos» pero también «de las mañanas claras y de las noches negras, el mundo es una esperanza».
Después de haber cantado Rimbaud, usted «da alas a las palabras» de Michel Houellebecq, para retomar su propia expresión, cantando una poesía que atraviesa «un universo lírico como atraviesa un cuerpo que ha sido amado mucho», que se pregunta «dónde han pasado los dioses» y donde la naturaleza apenas consigue salir «de su sueño insípido».
Querido Jean-Louis Aubert, encarnas una hermosa idea del rock y de la música, la «que camina junto a nosotros», nuestro más fiel compañero de viaje. En vuestro Roc'Eclair nos decís que cantáis «para todos los que pasan y para todos los que se quedan», hoy son todos ellos, los vigilantes nocturnos, los marineros en tránsito y en tumbonas, los grandes y los pequeños, quienes os rinden homenaje.
Querido Jean-Louis Aubert, en nombre de la República Francesa, le nombramos Oficial de la Orden de las Artes y las Letras.