Victor Lanoux encarnaba esta vitalidad de la Francia de posguerra y esta magia del cine, que permite a un obrero de Simca convertirse en pocos años en uno de los actores preferidos de los franceses.
Durante su larga y muy rica carrera, en las películas de Yves Boisset, de Jean-Charles Tacchella o de Yves Robert, siempre eligió papeles que le permitían expresar su humanidad dejando aflorar todo lo que había de tierno y cálido en él, todo lo que, para muchos, lo hacía tan entrañable.
Era un actor lleno de humor, que había sabido cultivar desde sus inicios en el cabaret, junto a su fiel amigo Pierre Richard pero también mostró su talento en los platós de teatro, bajo la dirección de Georges Wilson y de Roger Planchon, interpretando textos de Shakespeare, Brecht o Giraudoux.
Audrey Azoulay, ministra de Cultura y Comunicación, dirige a su familia y a sus seres queridos sus sinceras condolencias.