Me siento particularmente feliz de estar entre ustedes esta tarde en el
marco de estos encuentros nacionales de la librería.
La organización de este tiempo de reflexión colectiva es una iniciativa
especialmente feliz, que quiero saludar. Me parece de hecho
necesidad y urgencia de volver a situar la librería en el centro de los debates sobre
el futuro del sector del libro.
El papel insustituible desempeñado por los libreros en nuestra vida cultural y
intelectual, en mi opinión, no es suficientemente reconocido y valorado.
Sabed la atención, sabed la gratitud, que llevo a los libreros de
esta red única en el mundo, que ayuda a promover el libro en todo
su diversidad, y participa de la manera más esencial en la vitalidad de nuestros
territorios y de nuestra democracia.
Sé lo difícil que es su trabajo. Sé que no puede
ser ejercido solo por hombres y mujeres de pasión, activistas
tan preciosos del libro, de la lectura y de la
transmisión. También sé cuán preocupantes son
hoy numerosos.
Estudio sobre la situación económica y financiera de las librerías
independientes, cuya síntesis se presentó por la mañana, elabora
muy sombrío y debe ser una señal de alarma tanto
perspectivas son preocupantes.
Este estudio, que merecería ser renovado a intervalos regulares, pone
ante tres tendencias profundas que afectan a la librería independiente: el
Disminución del volumen de negocios, aumento de las cargas y rentabilidad
se desmorona. Por supuesto, estos son solo las tendencias promedio y el estudio
muestra que algunos comercios experimentan evoluciones más
favorables: las librerías más importantes y las que
invierten en un trabajo cualitativo marcado, especialmente en las librerías
etiquetadas.
Sin embargo, hay que rendirse a la evidencia: un gran número de librerías en
Francia se encuentran hoy en una situación económica y financiera muy
precario, que lleva a los autores del estudio a pronosticar una aceleración
la erosión del tejido de los libreros.
Este año celebramos los treinta años de la ley sobre el precio del libro.
Esta ley tenía por objeto mantener, en todo el territorio, un
Densa y variada red de minoristas del libro para preservar la diversidad
editorial. En efecto, una parte de la edición no encuentra su público más que gracias
en el trabajo de promoción, de animación y de asesoramiento que corre a cargo de
la librería independiente. Si la red de librerías está amenazada, es también
una parte importante de la edición, en particular la edición de
literatura y humanidades, que está en peligro.
Sellando la unión de intereses que une editores y libreros en torno a compromisos
cualitativos, la ley Lang ha estructurado virtuosamente nuestra economía del libro
desde hace 30 años. No ha tenido los efectos perversos que sus detractores
querían encontrarla, en particular la inflación de los precios de venta al
detalle. Esta gran y buena ley sigue siendo necesaria hoy. Mi
convicción, por tanto, de que ya no basta por sí sola para
todos sus objetivos.
Por tanto, deseo desarrollar con ustedes un plan de acción en favor de la
difusión del libro, movilizando a todas las partes interesadas, los libreros,
seguro, pero también los editores, las autoridades locales, los establecimientos
públicos y, por supuesto, el Estado.
Nuestra responsabilidad colectiva es tomar parte en ella con el máximo
compromiso.
En primer lugar, creo que ante la degradación de su situación y ante
una mayor competencia de todo tipo de operadores, libreros
deben organizarse conservando su independencia. A tal fin,
pueden continuar y profundizar los enfoques de mutualización que
sobre temas estratégicos comunes, ya sea en
a nivel regional o nacional.
En este sentido, quiero reconocer el trabajo de diálogo social y de organización que
ha dado lugar al nuevo convenio colectivo de los oficios de la
librería. Este trabajo es tanto más meritorio cuanto que la carga del personal
representa un puesto excepcionalmente alto en la economía de
minoristas.
Por otra parte, algunos logros que ya se han manifestado en torno a
problemas del transporte del libro son muy concluyentes. Ellos
merecen ser destacadas y ampliamente difundidas.
Los libreros también deben aunar esfuerzos para
establecer un sistema renovado de formación profesional, que
inicial o continua. Este requisito responde tanto al alto nivel de
cualificación esperada del personal de librería como en la gran
capacidad de respuesta necesaria para los empresarios en un sector en evolución.
También existen interesantes modalidades de organización y mutualización
profundizar en la contratación pública de libros, en particular a través de
agrupaciones temporales de empresas y agrupaciones de intereses
económico. En este ámbito, la unión puede hacer la fuerza frente a una llamada
ofertas locales demasiado altas para atraer a una librería
aislada.
Por último, el reto más importante es la modernización de las infraestructuras
y la adaptación digital. En este campo, más que en cualquier
Otro, la mutualización de esfuerzos me parece una exigencia
imperiosa. La herramienta DATALIB, por ejemplo, que permite a sus miembros
ajustar sus surtidos de manera fina y efectuar un seguimiento
multiplicado por la evolución del mercado, me parece que debe
ejemplo y sostenido.
Creo que no hay alternativa al desarrollo de un portal común
de la librería independiente en Internet, tanto para la venta en línea de
libros impresos solo para ocupar un lugar en el mercado digital
naciente. Este proyecto económico, encarnado hoy a través del portal
«1001 librero. Com» corresponde a una ambición política esencial.
Por eso el Estado le apoyará como ya lo ha hecho, a través del CNL y
como ha propuesto hacerlo proponiendo que se incluya en el
de las inversiones de futuro.
En el marco de un plan de acción en favor de la difusión del libro,
editores deben tener su parte. Dije, el interés bien entendido de toda la
sector es preservar la red ejemplar de puntos de venta
independientes que recorren nuestro territorio.
Sin esta red, inevitablemente, las ventas se centrarán en un número
reducido de títulos, el riesgo editorial será cada vez más difícil de
tomar y, a largo plazo, la producción se empobrecerá.
La ley del 10 de agosto de 1981 da un gran poder al editor: es él quien fija
el precio de venta al por menor del libro. En este contexto, el minorista, para su
pago, depende total y estrictamente de la entrega que él
consienten los difusores. Esta ley, como he dicho, es una buena ley. En efecto,
prevé asimismo, como contrapartida de este gran poder dado a
el editor, que el trabajo cualitativo del librero debe ser tomado mayoritariamente en
cuenta para establecer su descuento.
Hoy en día, el estudio de XERFI muestra los costos de este trabajo
calidad aumentan peligrosamente, ya sea a través de los gastos de
personal, que permiten garantizar un buen servicio de asesoramiento, o
los gastos inmobiliarios, indispensables para la implantación de las librerías
independientes como comercios del centro de la ciudad, capaces de permitir
asegurar la mejor difusión del libro a un público variado.
En comparación, el margen comercial se estanca. Los descuentos comerciales no
no tienen en cuenta este aumento del precio del servicio cualitativo,
aunque la lógica de la ley de 1981 debería llevarlos a ello.
Por tanto, hoy podrían darse orientaciones claras por parte de los
editores a sus proveedores de difusión para reajustar las políticas
comerciales en un sentido más acorde con el espíritu de la ley. Repito,
este planteamiento se ajusta al interés bien entendido de todo el sector. El
frágil ecosistema de creación y difusión no debe ser puesto en
peligro para cumplir los objetivos de rentabilidad a corto plazo
tal o cual segmento de la cadena del libro.
También pueden estar seguros de mi determinación de garantizar que
los poderes públicos asumen su parte de responsabilidad en el apoyo a la
librería independiente.
Los profesionales de su sector a menudo dicen que el libro es la
de las industrias culturales por su volumen de negocios, pero que
es también la menos apoyada por los poderes públicos; y, que
tal vez la menos amada, tanto es verdad que el interés del Estado se manifiesta
en general por el volumen de los créditos que destina a tal de sus prioridades.
Esta concepción podría aceptarse si se mantuviera la
observación de las ayudas públicas concedidas a la librería.
Así, para 2010, el apoyo directo del Estado a la librería francesa puede ser
estimado en 3,5 millones de euros. El propio Ministerio de Cultura
gastado 1 millón, a través de sus DRAC, y el CNL asignó 2,5 millones a este
objetivo. Las ayudas del CNL han aumentado considerablemente en los últimos años,
en particular por la instauración de la ayuda a la valorización de los fondos
de librerías o VAL, por un importe de poco más de 800.000 euros.
Pero el libro también goza de una benevolencia a toda prueba de la
por parte de las autoridades políticas de nuestro país. Así, en particular,
leyes aprobadas en favor de este sector muy a menudo, si no siempre, a
la unanimidad del Parlamento. Poco después de mi
al frente del Ministerio, cuando debatimos la exención,
para el libro, la reducción de los plazos de pago prevista por la ley de
modernización de la economía (LME). El libro es ahora el único y
único sector económico exento de la reducción de los plazos de
pago. Es un resultado que espero que todos los aquí presentes puedan medir
carácter excepcional.
Del mismo modo, la ley sobre el precio único del libro electrónico debería
ser votada por unanimidad a pesar del nutrido debate al que haya dado lugar.
También recordaré que el principal apoyo financiero al libro y,
en particular, en la librería no pasa por las ayudas directas, sino por la
gasto fiscal debido a la aplicación del tipo reducido del IVA al libro
impreso que representa un esfuerzo de unos 500 millones de euros para
finanzas públicas. Se trata de un esfuerzo considerable que debe
apoyo inquebrantable.
En efecto, el IVA reducido permite que el libro siga vendiéndose a un precio
muy razonable ya que, desde hace varias décadas, la subida del precio del
libro es inferior a la inflación. Precio único y precios atractivos son dos pilares
indisociables de nuestra visión de la economía del libro.
En un contexto donde las cargas de la librería aumentan, la sabiduría
con la que evoluciona el precio del libro constituye sin duda una dificultad.
Muchas otras tiendas de calidad, para mantenerse en el centro
ciudad, no vacilaron en aumentar sus precios muy perceptiblemente; los
consumidores lo saben.
Esta dificultad, como he dicho, debemos afrontarla colectivamente. El
gobierno y el Parlamento, por su parte, se apoya la extensión del tipo
reducido al libro digital, ya que el nivel de precios, en este mercado, será un
determinante esencial de la remuneración del sector, pero también del
comportamiento del público, que debe seguir siendo nuestro horizonte.
Esta medida debería aplicarse el próximo 1 de enero. Todo el mundo sabe
no es conforme con el Derecho fiscal comunitario. Es
por qué Jacques Toubon fue nombrado por el presidente de la República
de proseguir, sobre este tema, una amplia misión de convicción de los Estados
miembros y de la Comisión Europea. Se trata de un trabajo de
persuasión difícil pero cuyos primeros resultados son muy
alentadores.
En el contexto difícil e incierto que conocemos, la contribución
los poderes públicos debe utilizar dos vías complementarias.
En primer lugar, conviene ampliar el marco de regulación de la economía del
libro.
Este es, por supuesto, el objeto de la propuesta de ley sobre el precio único del libro
digital.
Mañana 17 de mayo, 30 años después de la ley Lang, la ley sobre el precio del libro
digital se adoptará definitivamente en el Parlamento, 15 meses después de que
el Presidente de la República lanzó la idea.
Desde el principio fui partidario de su disposición más discutida, a saber, su
aplicación a minoristas establecidos fuera de nuestro territorio cuando
comercializan libros digitales entre lectores franceses. Me
Felicita a los diputados y senadores, encabezados por Hervé Gaymard y Jacques
Legendre, pudieron converger en un texto que ahora me parece muy
equilibrado.
Esta iniciativa, lanzada conjuntamente por el Gobierno y el
Parlamento ha sufrido muchas críticas, a menudo lanzadas sobre el modo
burla. La idea de una regulación del precio del libro en la era digital
habría sido poco realista y habría manifestado, una vez más, la ignorancia de
autoridades de dicho país en materia de funcionamiento de las redes
digitales.
Observo con gran satisfacción que en un año los términos del debate
se han desplazado y que esta ley es considerada con interés por
los mismos que cuestionaban el principio. Y Francia no tiene que sonrojarse
hacer, una vez más, una figura de explorador en este campo.
Pero no nos equivoquemos: todo comienza ahora.
Todo comienza para el Ministro de Cultura que soy, porque sabemos
que esta ley no es considerada con benevolencia por la Comisión de
Bruselas.
Hoy mismo, el Gobierno francés comunica su respuesta a las
dos opiniones muy reservadas que la Comisión nos ha dirigido sobre
texto. Lo que está en juego no es pequeño, pero nuestros argumentos son extremadamente
sólidos. En esta respuesta demostramos que un sistema de precio fijo
es el mejor garante de la remuneración de la creación y de la diversidad
editorial para el libro digital como lo fue para el libro impreso.
Subrayamos la necesidad de mantener un determinado nivel de precios de
venta para que la creación se paga correctamente, lo que una tarifa
uniforme de 9,99 no permite. Demostramos, por último, lo necesario
complementariedad de las redes de librerías físicas y de las redes
digitales para alcanzar este objetivo de diversidad editorial, donde la
La Comisión afirma que un mero operador de Internet puede ser suficiente.
Al mismo tiempo tendremos que ganar socios en esta lucha, yo
piensa en particular en España, Alemania o los Países Bajos, que
parecen compartir nuestras opiniones. Habrá que convencer al Parlamento Europeo,
tradicionalmente más sensible que la Comisión a las cuestiones
culturales, inscribir el premio del libro digital en su agenda.
Ya he comenzado este trabajo de persuasión y soy
razonablemente optimista sobre nuestra capacidad de reunir a un grupo de Estados
favorables a la regulación del precio del libro en el universo digital.
Todo comienza también para los profesionales de la industria que usted
son, editores pero sobre todo libreros independientes.
Sospecho que para muchos de ustedes, en esta sala, el
digital sigue siendo un horizonte muy lejano. Y es cierto que la venta de
libros digitales es hoy prácticamente inexistente para la mayoría
de los agentes del sector. Sin embargo, sabemos que puede
remunerativa para quienes la practican ya. Sabemos
sobre todo en Nueva York, desde el mes de enero de este año,
ventas de libros digitales han superado las ventas de libros de bolsillo.
Sin duda, América sigue siendo un Nuevo Mundo en la materia. Europa
experimentará sin duda evoluciones menos rápidas. Sin embargo, no
sabría demasiado comprometer su profesión a anticiparlos desde ahora, con
toda la seriedad necesaria.
La Ley del precio único establece un marco adecuado para ello. Años
que vendrán serán cruciales para permitir que el canal del libro de
organizarse para que lo digital, en aras de la diversidad cultural,
beneficia a todos los actores y no solo a los más grandes.
Dos años: no es demasiado largo para que, en particular, la plataforma
1001libraires.com puede ponerse en situación de convertirse en un verdadero actor
la venta de libros digitales.
También tenemos que asegurarnos de que la regulación existente, que ha
sus pruebas.
Pienso, en primer lugar, en la especial responsabilidad que tienen los poderes
públicos en su calidad de compradores de libros.
La Ley del precio único se ha hecho extensiva a las compras de las comunidades
públicas en 2003. Se limitaron los descuentos para
las librerías independientes puedan reanudar su actividad en este segmento,
que habían dejado a los mayoristas. Desde entonces, el precio ya no es un
criterio determinante para la adjudicación de los contratos.
Las ventas a las comunidades representan una parte importante de las ventas
de las librerías: 18% en promedio, pero esta cifra puede alcanzar hasta el 50%
para librerías especializadas (juventud, BD). Un estudio de evaluación de
La Ley de 2003, promulgada en 2010 por el Ministerio de Cultura con la asistencia de
varias Regiones, muestra que las librerías independientes representan
más de 2/3 compras de libros de las bibliotecas, una cifra más alta
antes del límite máximo de descuentos.
Sin embargo, debido a las reformas del Código de Contratación Pública, se asiste
desde 2005 a un movimiento de reconcentración de estos mercados en beneficio
de algunas librerías muy grandes y en detrimento de las librerías locales.
Por lo tanto, pedí a mis servicios para conducir con las Regiones, mientras que
a lo largo del año, acciones de información destinadas a
compradores públicos todas las claves, respetando el marco legal, para
permitir a los agentes locales licitar en las mejores condiciones
condiciones. Un vademécum de las licitaciones en materia de compra de
libros para bibliotecas también se difundirá este año.
2011 es un año de prueba en materia de contratación pública, ya que se trata de una
año de renovación de las licitaciones para las bibliotecas
territoriales y universitarios.
Creo que estos trabajos podrán proseguirse mediante el compromiso de
reflexiones con los entes territoriales, en particular las Regiones, sobre el
papel de los libreros independientes en el suministro de libros de texto
escolares a las familias. Este es un registro sensible debido a los modelos
de gratuidad completa aplicada por numerosas colectividades - y
no menos importante -, pero me parece que las discusiones podrían
ser oportunamente abiertas a este respecto.
No quisiera que se malinterpretaran estas acciones. Es natural que
algunos libreros independientes saben, mejor que otros, aprovechar las
pedidos públicos y sepan organizarse de tal manera que tengan una
en detrimento, sin duda, de algunos
agentes locales. Los poderes públicos no pueden cuestionar la
dinamismo. Se trata, en cambio, de evitar que se formen
desequilibrios demasiado importantes que, por su parte, serían nefastos para el conjunto de la
librería independiente.
Porque mueve los sutiles equilibrios establecidos entre los actores de
sectores económicos, la revolución digital hace nacer, en muchos
de los sectores de mi ministerio, una nueva necesidad de intervención,
incluso de mediación, del Estado.
Si bien la Ley de 1981 tuvo efectos indudablemente positivos, su
aplicación puede plantear dificultades o dar lugar a elusiones,
especialmente en Internet. Pienso en varios ejemplos como el
etiquetado de los precios, la dilución de la percepción del precio único en Internet,
las ventas con primas o reservadas por exclusividad a determinados circuitos,
impugnación del ámbito de aplicación de la Ley de 1981 por algunos
operadores situados en los márgenes de la economía del libro - por ejemplo, para
las partituras musicales. A largo plazo, estas dificultades, estas
debilitar la ley Lang. Y quién puede decir, hoy, cómo la
¿Se aplicará la nueva ley sobre el precio del libro digital?
Sin embargo, observo que ninguna autoridad dentro del Estado garantiza la
la policía de estos dispositivos, y no la Dirección General de Competencia,
que se niega a ello, que el ministerio de Cultura, cuya vocación no es.
Ante esta situación, los contenciosos no siempre constituyen la
mejor respuesta - especialmente porque su resolución requiere varias
años, sino también porque avivan las divisiones mientras que
soluciones amistosas podrían a veces evitarlos.
La mediación de los poderes públicos, asumida con éxito para
algunas industrias culturales, como el cine, no es una idea
nuevo en el sector del libro. Pienso en la misión Cahart dedicada a la
moralización de la Oficina y a las entregas cualitativas, a principios de los años
1990, o de reflexión ya antigua que había dado lugar en 2003 a la
Francis Lamy, Defensor del Cine, presenta un informe ad hoc al
Ministro de Cultura.
La mediación no puede sustituir al juego
relaciones comerciales normales entre editores y emisoras, esto tiene
siempre ha sido claro en mi mente y el informe entregado por Antoine Gallimard
en 2007 en la librería independiente lo recordó.
Desde este punto de vista, celebro las iniciativas comerciales que el Grupo
Hachette acaba de anunciar para mejorar la rentabilidad de las librerías
beneficiarios de la etiqueta «librerías de referencia». El hecho de que este grupo, que
ocupa un lugar destacado en la cadena del libro, se compromete a
esta vía constituye un signo muy fuerte de responsabilidad para todos los demás
actores.
A pesar de la primacía dada a la relación comercial, la mediación
sin embargo puede desempeñar un papel beneficioso. Sin tener un plan preconcebido, yo
desearía, por tanto, que se pudiera reactivar un debate en este sentido
con la interprofesión.
Paralelamente a estos esfuerzos para ampliar y consolidar nuestro marco de
regulación, es necesario profundizar nuestros dispositivos de apoyo.
Pienso en primer lugar en la etiqueta 'librería independiente de
referencia». Concedí por primera vez esta etiqueta poco después de mi
llegada al Ministerio de Cultura, en agosto de 2009. Cerca de 500 libreros
hoy afectados: forman como la punta de lanza de la política de
diversidad y calidad que perseguimos.
Sin embargo, desde el principio pedí que se reformara el dispositivo,
para incluir librerías de muy alta calidad, cuyo trabajo es reconocido,
pero que los criterios muy estrictos del dispositivo penalizaban.
Eso es lo que hay que hacer ahora, ya que el Consejo de Estado se ocupa actualmente del
proyecto de decreto relativo a la extensión de los criterios de la etiqueta. Sólo puedo
animarlos a ustedes, los libreros, a hacer vivir el sello y a asumirlo plenamente,
para convertirlo en un marco de desarrollo y fortalecimiento de su
profesión.
En cuanto a las autoridades públicas, propondré a mis colegas del
gobierno de conducir la reflexión destinada a profundizar el dispositivo
en dos direcciones complementarias.
El Sello permite que las librerías estén exentas de impuestos
locales. No está claro si las comunidades tienen o no
no votado en número de las medidas de exención, el año 2009 fue un
año de reforma del impuesto sobre actividades económicas. En caso de reticencia de los
comunidades, sería lógico reactivar la idea original de una
compensación, si no total y automática como en el caso de la etiqueta
«arte y ensayo» para las salas de cine, al menos parcial, de
exenciones concedidas por los entes territoriales. Se podría pensar
a una ayuda del Estado a la colectividad del 50% del coste de
la exención, de modo que la etiqueta se convierta en un dispositivo de ayuda compartido.
También quiero relanzar la idea de una exención de las cargas sociales
para las librerías beneficiarias de la etiqueta. Esta pista sugerida por el informe
Antoine Gallimard en la librería, en 2007, me parece
particularmente pertinente para el coste significativamente más elevado del
trabajo en librería y la importancia de los empleos culturales creados por el
sector.
Por último, quisiera iniciar una política voluntarista de
contractualización con las Regiones para reforzar y dar la
coherencia de las ayudas atribuidas al sector del libro.
La diversidad cultural y editorial, la exigencia de calidad son objetivos
esenciales de la política del Estado. Están en el centro de la acción del
Centro Nacional del Libro y constituyen el criterio determinante con arreglo al cual
sus diferentes comisiones proponen asignar las ayudas.
Sin embargo, hoy sería peligroso olvidar una de las finalidades de
la ley de 10 de agosto de 1981, que fue y debe seguir siendo una ley de ordenación
cultural y económica del territorio. Este objetivo es particularmente
importante en un momento en que el estudio XERFI muestra claramente que
librerías amenazadas no son las del primer nivel - las, para
simplificar, beneficiar o que pueda beneficiarse de la etiqueta LIR. Estas
bastante bien, porque una política de calidad termina
siempre por pagar.
Las librerías que más sufrirán son las de las ciudades pequeñas y
medias, constituidas esencialmente por el segundo nivel o las redes
menos estructurados. Estas librerías también están llamadas a reinventarse,
diversificando, desarrollando su papel de animador cultural,
profundizando todo lo que fundamenta el apego del público a su librería,
cercanía, el placer del intercambio y la transmisión, el sentimiento
de pertenencia a una comunidad intelectual o cultural.
Mientras que las metamorfosis importantes deben ser iniciadas, estos
miles de puntos de venta, esenciales para nuestras ciudades, son poco afectados por
ayudas del CNL que benefician a estructuras relativamente importantes,
situadas en ciudades de gran tamaño. En cuanto a las ayudadas por
las DRAC no siguen directrices claramente definidas
y coherentes desde el punto de vista nacional. Por último, las Regiones no proponen
que muy pocas ayudas a la economía del libro, aunque tengan una
gran responsabilidad en la ordenación cultural del territorio.
Por consiguiente, los libreros de las ciudades pequeñas y medianas deben
formas de apoyo más adecuadas, que podemos construir con
Regiones, en el marco de los «contratos de progreso» que benefician a determinadas
sectores económicos.
Los contratos de progreso son dispositivos establecidos por las Regiones,
con el apoyo del Estado: se trata de establecer un diagnóstico sobre algunas
las ramas económicas y construir planes de apoyo, por lo general
durante tres años. Mientras que la cultura ha sido hasta ahora ampliamente
ignorada por este tipo de reflexión, la firma de contratos de
material de difusión del libro nos permitirá incitar a las Regiones a
intervenir en estos sectores y racionalizar las ayudas del Estado
orientando en función de un objetivo de ordenación cultural y económica
del territorio. Añado sobre este tema que deseo proponer al
gobierno la reactivación del FISAC, este fondo de apoyo a los comercios
de bienes culturales, con el fin de reforzar los dispositivos de
modernización de pequeñas librerías.
Independientemente de sus ventajas y conveniencia, los sitios de venta en
línea nunca permitirán que la nueva creación de
conocer a su público como lo hacen los hombres y las mujeres que, cada
día, dialogan con los lectores en las librerías, hasta reconocerse
en la hermosa expresión de «mensajeros de libros». En un mundo sin
libreros, reducido a algunos grandes supermercados digitales, que
descubrirá, ¿quién compartirá los Julien Gracq de mañana? Sé así
una vez más, seguí mi determinación de acompañaros
junto con otros actores de la cadena del libro, para pensar y construir
juntos el futuro de la librería.
Le doy las gracias.