Anne Labourdette, conservadora del museo de la Cartuja en Douai
Anne Labourdette, directora del museo de la Cartuja en Douai, nos habla de su oficio: conservadora del patrimonio.
¿Cuál es, en pocas palabras, el papel de un conservador?
En primer lugar, tiene un papel central en la gestión de una colección de obras determinada, con el fin de organizar su transmisión en las mejores condiciones posibles al público.
Como se trata de un oficio que abarca varias funciones posibles (dirección de establecimiento, responsable de una colección precisa en el seno de una institución, asesoramiento de profesionales), su función es, pues, diferente según la función que cubra, y varía también a menudo de un museo a otro.
¿Cómo te conviertes en conservador de museo?
Uno se convierte en conservador del museo generalmente estudiando historia y/o historia del arte, etnología, sociología, filosofía, geografía... - En resumen, no hay realmente un curso estandarizado -, y después de haber integrado el Instituto Nacional de Patrimonio (INP) que otorga un diploma en este sentido. Sin embargo, no todos los conservadores pasan necesariamente por el INP, ya que otros concursos de la función pública permiten dirigir un museo (agregado de conservación, en particular), o asumir la responsabilidad de un fondo, el recurso a la contratación mediante contratos privados es posible.
¿Qué te hizo querer ser conservadora?
Mi interés por la historia y su enseñanza, así como visitas tempranas y exitosas a museos cuando era niño. He querido hacer concreto este interés trabajando lo más cerca posible de los objetos y obras conservados en las colecciones públicas, para descubrir mejor su procedencia, la constitución y el mensaje del que son portadoras.
Antes de ser conservadora del museo de Douai, ¿trabajó en otros museos?
Sí, tuve la suerte de dirigir el museo Alphonse-Georges Poulain, de Vernon, entre 2003 y 2006, experiencia que aprecié especialmente.
Ser conservador en un museo como el de Douai, ¿es lo mismo que ser conservador en una institución muy grande, como el Louvre por ejemplo?
¡No, no lo siento! Las funciones de dirección de un museo exigen - hoy, en todo caso - centrarse más en las problemáticas administrativas, financieras y de gestión del personal que en el trabajo científico, sin embargo necesario, vinculado a la función. Tengo la impresión de que la parte de la investigación y del trabajo puramente científico es mucho más elevada para un conservador de una institución muy grande que para el que dirige un establecimiento en región. La relación con el territorio circundante al museo también me parece muy diferente.
Cuando se trabaja en un museo, rodeado de objetos antiguos, ¿no se siente un poco aislada del mundo y de la realidad contemporánea?
Sí y no: es un trabajo exigente pero apasionante, especialmente el que se emprende a diario sobre las colecciones que se gestionan, y que a veces se han creado en contextos históricos muy diferentes del nuestro. Sin embargo, como esta gestión es indisociable de la relación que el establecimiento mantiene con sus públicos, la realidad contemporánea es omnipresente. Además, tengo más la impresión de trabajar para preparar el mañana y los años venideros que para estudiar el pasado. Pero es una profesión un poco aparte, debido al vínculo constante que mantiene entre pasado y futuro, en efecto.
¿Tiene el museo todavía un papel que desempeñar en nuestra sociedad actual?
Sí! En el plano educativo, en primer lugar, un museo de Bellas Artes en particular es una excelente preparación para la lectura de la imagen fija, muy presente en nuestra vida cotidiana, y las numerosas asociaciones existentes entre el mundo de los museos y la Educación Nacional están por otra parte vinculadas a esta cuestión.
En segundo lugar, el museo sigue siendo un vínculo ineludible entre nuestra historia pasada y nuestro presente, como nuestro futuro, ya que continúa presentando en una forma particular lo que se creó antes y ahora.
Por último, las expectativas del público evolucionan, sin embargo, y creo que trabajar en cuestiones relacionadas con la comodidad de los visitantes, el aumento de los servicios que un museo puede ofrecerles, así como a las prácticas lúdicas de visita son ejes cada vez más importantes de nuestro trabajo actual.
Siempre has prestado especial atención a lo digital, ¿por qué?
Esencialmente porque es una herramienta de trabajo formidable, que permite poner en correspondencia informaciones de naturaleza diversa, y que pueden estar ellas mismas diseminadas en diferentes soportes: para la investigación, la multiplicación de las bases de datos, su creciente alimentación, permiten abrir perspectivas muy estimulantes de aumento del saber.
¿Podría hablarnos de un momento particularmente importante de su carrera al frente del museo de la Cartuja?
El momento en que tres obras de las colecciones douaisianas, que se creía destruidas o irremediablemente desaparecidas, reaparecieron en el mercado del arte y en museos extranjeros. Allí, el vínculo con el pasado se hacía aún más concreto. Y luego, de manera general, el conjunto de las acciones de mediación emprendidas por mis colegas con destino a públicos muy variados en el territorio: es una gran fuente de satisfacción poder compartir con otros sus pasiones y su oficio.