Señoras y señores:

Queridos todos:

 Me alegra mucho estar aquí y encontrarme con vosotros en esta gran cita anual que es el MIDEM, para todo vuestro sector. En primer lugar, quiero decirle por qué y cuánto significa este sector para la ministra que soy. Es un sector que cuenta para mi ministerio porque es un sector que cuenta para toda la sociedad. El proyecto cultural que llevo es un proyecto de sociedad, que se articula en torno a dos valores: la emancipación y la cohesión. La música ocupa un lugar esencial, ya que es soporte de ambas. Es un soporte de emancipación para el individuo, a través de la creación, la práctica; también a través del ecosistema económico y el espíritu empresarial que nutre, del que sois figuras.

La música es soporte de cohesión, por otra parte, a escala colectiva, porque une, porque reúne, porque suaviza. Por lo demás, hoy es atacada como tal. No necesito recordar el horror de los atentados que han tenido como objetivo las salas de conciertos, estos últimos meses - pienso evidentemente en el atentado de Manchester, y en el Bataclan, en París. En el momento en que es atacada, la música debe permitirnos, precisamente, mantenernos en pie. Es más grande que la mediocridad que la apunta. Ahora más que nunca la necesitamos, y por eso más que nunca te necesitamos a ti, que la mantenemos. Es un negocio por el que lucharé, se lo aseguro.

Por lo tanto, estoy muy contenta de estar aquí y, en particular, de poder iniciar este encuentro sobre los derechos de autor. Porque está en la raíz de todo. En la raíz de este sector, de su dinamismo, y por tanto de la accesibilidad de las obras para el público. Es un logro que hay que defender, en la hora del desafío digital, y pueden contar conmigo para hacerlo con la mayor resolución y firmeza.

Considero que hay una responsabilidad francesa en esta lucha por la defensa del derecho de autor, por dos razones: porque es una lucha por la diversidad cultural, por una parte, que está en el corazón del modelo francés; y porque es una lucha por Europa, por otra parte, cuya refundación es una de nuestras prioridades.

Primero, una lucha por la diversidad cultural. Francia tiene una voz especial, porque es aquí donde se han inventado los derechos de autor y derechos afines, precisamente para defender la creación y la diversidad. El derecho de autor nació en este país, hace tres siglos, alrededor de Beaumarchais, que luchó primero para que se reconociera la propiedad de los creadores sobre sus obras. Francia también desempeñó un papel decisivo en el reconocimiento internacional de los derechos afines, consagrados a nivel nacional en la Ley Lang de 1985. Todos estos derechos son los primeros instrumentos de la diversidad cultural. Para que haya diversidad de contenidos, debe haber creación libre y abundante; y para que haya creación, debe haber protección y remuneración. Por lo tanto, durante siglos, este país ha luchado por el reconocimiento de aquellos que hacen las obras del espíritu; para aquellos que las interpretan; y para aquellos que las difunden, y las ponen a disposición del público en general. Esta tradición la honraremos y la defenderemos. Francia será, más que nunca, tierra de creación y guardiana de la diversidad.

Si existe, en segundo lugar, una responsabilidad francesa en esta lucha, es porque se trata de una lucha dirigida por y para Europa. Y hay, más precisamente, una responsabilidad de mi ministerio. La refundación del proyecto europeo pasará por la cultura. Mi convicción es que en Europa tenemos preferencias comunes y, por tanto, posiciones comunes que hacer valer, frente al resto del mundo, en materia de modelo cultural. Desde que asumí el cargo, he tenido ocasión de comprobarlo.

En efecto, luché - unos días después de mi nombramiento, con ocasión del Consejo de Ministros Europeos de Cultura del 23 de mayo - para defender una serie de enmiendas sobre el proyecto de revisión de la directiva llamada «SMA», sobre los servicios de medios audiovisuales. El tema no se refería directamente al sector musical, pero quiero tomarlo como prueba de lo que podemos lograr a nivel europeo. Francia ha hecho valer su voz, y hemos logrado avances importantes. En particular, hemos conseguido aumentar al 30% la cuota mínima de obras europeas en los catálogos de los servicios de vídeo a la carta. Hace unos años, nadie habría creído en la posibilidad misma de una cuota. Hace unos meses, y hasta la víspera de los debates, se hablaba de un umbral poco ambicioso del 20%. Francia, con el apoyo de los países del sur de Europa y Alemania, entre otros países, ha hecho hincapié en su posición de que esta cuota debe aumentar al 30%. Es una gran victoria para la diversidad cultural, para los artistas y para el público, por supuesto. Pero también y sobre todo una victoria para Europa. Porque hemos demostrado que las instituciones no están destinadas a ser arenas de bloqueo. Y hemos demostrado que la cultura puede ser la base del relanzamiento del proyecto europeo. Este combate, que no ha terminado, prefigura el que pretendo llevar a cabo con ocasión de la negociación de la directiva «derechos de autor».

Quiero decirles las cuatro cuestiones que creo que son «preferencias europeas», y que deseo defender en las próximas semanas y meses.

El primero es la defensa de un reparto equitativo del valor entre todos los actores de la cadena: difusores, y en particular plataformas de intercambio de vídeos; editores; y artistas. Es, lo sé, la cuestión más sensible en la música, donde existen fenómenos de captación injustos. La Comisión Europea ha presentado propuestas, que acojo con satisfacción, para paliar este problema. Su objetivo es aclarar la situación de las plataformas en materia de derechos de autor y hacerlas más responsables, en colaboración con los derechohabientes. Velaré personalmente por el progreso de este expediente. Y animo a las organizaciones profesionales a movilizarse a nivel europeo, para convencer a los Estados miembros, pero también para convencer a los parlamentarios europeos, que tendrán una voz decisiva.

Otro tema sobre el que estaré particularmente vigilante es la justa remuneración de los autores y de los artistas intérpretes. En particular, Francia desea que en la directiva se introduzcan disposiciones que permitan consagrar un principio de remuneración justa y diferenciada para cada utilización que se haga de su creación o interpretación.

Me movilizaré, por otra parte, ante las iniciativas que tenderían a debilitar el principio de territorialidad de los derechos de difusión de las obras, que es un principio que hay que defender.

Por último, la lucha contra la piratería debe avanzar. Es una prioridad, la madre de todos los combates. Porque, ¿cómo hablar de compartir el valor cuando el valor ha desaparecido? La lucha contra la piratería pasará, en particular, por la intensificación de la represión de los sitios ilegales.

Estas son, Señorías, las pocas palabras que quería dirigirles hoy.  La defensa del derecho de autor es una ambición francesa; y conmigo será una lucha europea. Es decir, una lucha que avanzará por Europa. Y es decir, una lucha que, por sí misma, puede hacer avanzar a Europa, cristalizando posiciones comunes. Si Europa consigue forjar una política en materia de derechos de autor, surgirá en el continente de la creación y de la diversidad cultural. Pueden contar conmigo para avanzar en esta dirección. Pueden contar con mi apoyo.

Le doy las gracias.

Les deseo a todos un buen día.