Señor director general de los patrimonios, querido Vincent Berjot,

Señora Directora encargada de los museos de Francia, querida Marie-Christine Labourdette,

Señoras y señores directores de museo,

Señoras y señores profesores:

Señoras y señores conservadores:

Señora coordinadora de la misión Museos del XXIeme sigloquerida Jacqueline Eidelman,

 

En 2014, la historiadora de arte Laurence Bertrand Dorléac escribió: En un momento en que aumenta el interés por el mundo de las representaciones, hay que desplegar todos los medios para desarrollar saberes y sensibilidades desde la escuela, el colegio o el liceo, donde se aprende a leer, pero no lo suficiente a ver. El museo tiene un papel que desempeñar (...). Las colecciones o exposiciones son objetos de emoción, pero también de meditación y reflexión, lo más cerca posible de las obras».

Desde aquí, perspectivas que nos interesan: la exposición, y por tanto el museo, como lugar de investigación y de emociones, de reflexión y de descubrimientos, la necesidad de hacer viajar las obras y, finalmente, la apertura epistemológica que debe constituir la aventura del museo al XXIeme siglo.

 

Queridos amigos:

Que serán los museos del XXIeme siglo? Más bien, ¿cómo los queremos en el XXIeme siglo?

Esta es la pregunta a la que vuestra misión debe aportar respuestas que deseo sean innovadoras y comprometidas.

Tanto desde el punto de vista de los temas propuestos, de los objetos presentados como de los públicos interesados, el entorno de los Museos no deja de transformarse.

Estos últimos se enfrentan a nuevos desafíos e intentan nuevas propuestas.

Mejor aún: es la vocación misma del museo la que cambia, en un mundo en cambio y donde circulan los públicos, las obras y las ideas.

¿Qué museo para permitir el diálogo entre culturas, para contribuir a la educación ciudadana y para unirnos?

¿Qué museo para incluir el interrogatorio del ciudadano, tener en cuenta la revolución digital y favorecer las evoluciones de los oficios de conservador, de acogida, de mediación o de vigilancia, por citar sólo algunos?

Este es el marco general.

 

En primer lugar, quiero dar las gracias:

A Jacqueline Eidelman: socióloga, investigadora, ha venido a trabajar en el Ministerio y a asumir la dirección del departamento de política de los públicos de la dirección general de los patrimonios; Hoy - me resulta difícil decirlo porque creo que rara vez habéis trabajado tanto - estáis jubilados, pero habéis querido seguir trabajando, en otro marco, a nuestro lado, para coordinar esta misión sobre el futuro de los museos;

A Blandine Chavanne después, subdirectora de la política de museos de Francia, que le acompaña en esta aventura;

A los servicios de la Dirección General de Patrimonio y, en particular, al Servicio de Museos de Francia y al Departamento de Política Pública;

Por supuesto, el Director General y la Directora de Museos de Francia también merecen nuestro agradecimiento por su compromiso con esta misión, añadiendo a su trabajo diario la conducción de una obra importante que requiere energía y entusiasmo - esto no les falta.

 

Las responsabilidades que incumben al mundo de los museos superan desde hace tiempo el ámbito de la misión tradicional de conservación e investigación.

 

Hoy el museo es también un cambiador de memoria, un productor de emoción estética, un mediador entre las disciplinas, una base de la educación ciudadana, un productor de vínculo colectivo a través de este patrimonio común.

 

Muchos países lo hacen, no sólo los países occidentales.

La Recomendación de la Unesco de 27 de mayo de 2015 «sobre la protección y la promoción de los museos, su diversidad y su papel en la sociedad» estableció de manera notable el marco de esta reflexión.

Observo que esta reflexión se inscribe en un momento en que se celebran los aniversarios de numerosos museos: en los próximos meses celebraremos a la vez los cuarenta años del Centro Pompidou, los treinta años de la Cité des sciences et de l'industrie y los del museo de Orsay, los veinte años del museo de las Artes decorativas reabierto y los diez años del museo del quai Branly.

Una época en la que las obras de arte están amenazadas: destrucción de los budas de Bamyan en 2000, y, entre el comienzo del XXIeme siglo y hoy: destrucción de los tesoros de Tombuctú, del museo de Mosul y de los vestigios de la ciudad milenaria de Nimrud, por no hablar de los templos de Palmira. Amenazadas porque en el corazón de la cultura que algunos querrían uniformes, unívocas, asépticas.

En Europa, en Francia, los atentados del año pasado tuvieron una consecuencia negativa directa en la frecuentación de los museos.

 

Más allá de este contexto tan difícil, mientras que algunos museos están, en ciertos momentos, quizás demasiado frecuentados, y se cuestiona la gestión de los flujos y de las entradas por franjas horarias, otros museos son demasiado poco conocidos y demasiado poco frecuentados. Hay que abordar las cuestiones que plantea el hiper o, digámoslo también, la baja frecuentación de algunos de nuestros museos. Los horarios también condicionan la naturaleza del público.

Por último, el museo del XXIeme siglo no debe cerrar los ojos al del XXIeme siglo.

Tuve ocasión de decirlo, ante algunos de ustedes, hace diez días, con ocasión de la restitución a los derechohabientes de Maurice Dreyfus de un dibujo de Degas resultante de la recuperación de los museos nacionales, denominada MNR. Todavía tenemos trabajo que hacer para tratar como es este triste expediente heredado del siglo pasado.

 

Estos contextos nacionales, históricos y geopolíticos informan a una sociedad que necesita más que nunca reunirse, conectarse con su memoria y encontrar sentido.

 

 

Cuatro dimensiones deberían ser abordadas más particularmente durante esta misión: el museo ético y ciudadano; el museo proteico (in situ, fuera de los muros, virtual...); el museo inclusivo y colaborativo; el museo como ecosistema profesional.

Se puede mencionar el edificio, el edificio del museo, su evolución física y material.

 

Muchos museos han iniciado hoy una fase de restauración y, a menudo, de ampliación. Conocemos varios ejemplos recientes de matrimonio feliz entre el patrimonio de ayer y la arquitectura de hoy. En Colmar con el museo Unterlinden, en Pont-avén, dos museos se han transformado, modernizados, renovando el enfoque de las obras que exponen.

El museo mismo, a veces, se convierte en una obra. Desde el Centro Pompidou hasta los museos de Frank Gehry, conocemos esta evolución, que es fuente de reflexión: ¿qué relación con la colección? ¿Hay complementariedad o rivalidad? ¿Cómo mostrar el museo? ¿Qué se muestra? ¿El sobre o lo que envuelve?

 

El museo es una zona de contacto e intercambio, un dispositivo de mediación entre las obras de cultura y la sociedad entera.

Quisiera llamar hoy su atención sobre esta dimensión.

El museo cruza la carrera de los objetos y la del visitante.

Si nos tomamos el tiempo de escuchar a los comisarios de exposiciones, nos comunican una misma sorpresa, un mismo descubrimiento: las obras producen su contexto, no ilustran nada, susurran entre sí hasta producir un diálogo ensordecedor.

 

Por otro lado, cada visitante viene con una historia diferente: visitante fiel o eclipsado, visitante en confianza o incómodo, visitante conquistador o visitante cuya visita al museo pone en peligro la autoestima: más de uno de cada dos franceses duda en asumir el riesgo de ponerse en peligro, o incluso, me atrevería a decir, a perder la cara yendo al museo.

El museo del XXIeme siglo puede entonces ser concebido como el laboratorio de los efectos de estos encuentros entre la obra y el observador.

 

Creo que es esta dimensión humana, social o social la que debe ser la dimensión principal de vuestro cuestionamiento.

Pensemos en los objetos. Pensemos en los visitantes. Pensemos en los agentes.

La reflexión sobre el ecosistema profesional es importante. ¿Cómo hacer evolucionar el oficio de los agentes de vigilancia? ¿Cómo se relaciona con la mediación. ¿Cómo recibe el visitante este personal del museo?

¿Cómo se enfrentan a la multitud de visitantes o a su ausencia? Trabajar en una sala llena o vacía no es lo mismo.

Prestar servicio, explicar, vigilar, controlar comprometen a diversas relaciones con los visitantes.

No olvidemos tampoco los otros oficios que se transforman, como los de la programación cultural, del mecenazgo, con la privatización de los lugares, el marketing, los community managers...

Como tal, sin duda incluirá en sus reflexiones las que se refieren a las otras formas de visitar el museo.

Pienso en la Noche de los Museos y en la programación artística y cultural que la acompaña, o incluso en la Noche Blanca del Ayuntamiento de París. Así, para la Noche de los museos, en el museo Henner, que inauguraré más tarde con ocasión de su reapertura, bailarines de la Ópera Nacional de París acompañarán a los visitantes de la tarde.

Se trata de una obra apasionante, porque afecta una vez más a toda la sociedad, al modo de funcionamiento de la sociedad.

 

Por último, unas palabras sobre la forma y el calendario de vuestra misión.

Un punto que quisiera subrayar de entrada: la misión interesará a todos los museos de Francia, todos los museos etiquetados «museos de Francia», son 1220. Me complace constatar que vuestro comité director, que reúne a los presidentes, animadores, ponentes y observadores de los cuatro grupos de trabajo, concede gran importancia a los museos territoriales. Queremos interesarnos por todos los museos y públicos.

La misión se apoya en expertos venidos del extranjero, directores de grandes museos, que podrán permitirnos ampliar nuestra mirada e inspirarnos. Sé que las relaciones ya existen a través de las redes de museos, a través de la circulación de las obras y los préstamos.

La dimensión internacional de la reflexión me parece muy necesaria. Os doy las gracias a los cuatro por comprometeros así a nuestro lado, desde Montreal, Oslo, Mons o Milán.

También quiero dar las gracias a los académicos, investigadores y profesores que se han unido a este comité. Nos hará disfrutar de sus trabajos en museología, museografía, historia del arte y política cultural. Afortunadamente no es necesario trabajar en el museo para conocerlo, para conocer a su público.

¿Por qué no audicionar, en este contexto, y si es posible en el tiempo de trabajo que se le ha asignado, a historiadores, sociólogos, filósofos, pero también a arquitectos y curadores?

Por último, con respecto al calendario.

De junio a octubre los cuatro grupos de trabajo dedicados a las cuatro obras - museo ético y ciudadano; museo proteico; museo inclusivo y colaborativo; museo como ecosistema económico - tienen vocación a reunirse en todo el territorio: en Roubaix, París, Lyon, Estrasburgo, Nancy, Burdeos o incluso Rennes y otras ciudades.

Al mismo tiempo, deben realizarse dos ejercicios: primero, durante el verano, una mesa redonda con las organizaciones profesionales; luego, este otoño, una consulta nacional en línea.

Por último, en noviembre se celebrará un foro de clausura antes de la presentación de su informe.

 

A principios de 1965, Le Corbusier fue invitado por André Malraux a elaborar el proyecto de un Museo del XXIeme siglo. El taller de la calle de Sèvres se ocupó activamente de los anteproyectos - luego vinieron las vacaciones de verano y el trágico final del Maestro a la orilla del mar, que interrumpió el proyecto.

Entre las tareas de la vida artística de Francia, el Museo del XXIeme siglo ocupaba sin duda el primer lugar, se decía entonces.

 

Le Corbusier pensaba en un museo colocado sobre pilotes a diez metros o más por encima del nivel de las calles y plazas; incluso pensaba cubrir el Sena hasta el Quai d'Orsay... Uno se pregunta si el Museo del Quai Branly no ha recogido las cajas de Le Corbusier... En fin.

Su misión es importante. Hacer que el museo del XXIeme siglo sea el lugar del otro, de la acogida del otro.

 

Le doy las gracias.