Señor Presidente, querido Olivier Schrameck,

Señoras y Señores Consejeros:

 

Me complace presentar estos encuentros dedicados al sector audiovisual en el espacio digital y, en particular, al papel de las plataformas y los datos en la nueva economía del sector audiovisual.

 

En primer lugar, quiero reconocer el trabajo realizado por el CSA, que presenta un estudio notable sobre estos retos.

 

Esta mañana he optado por hacer hincapié en la dimensión europea de estos temas. Estoy convencido de que el impacto y la regulación de estos nuevos actores en el ecosistema audiovisual deben abordarse a escala europea.

 

Este es el hilo conductor que ha guiado la acción de este Gobierno desde 2012. El acto II de la excepción cultural en la era digital debe ser un acto II europeo, de lo contrario estará condenado al fracaso.

 

Me parece tanto más importante afirmarlo hoy ante ustedes, cuanto que la actualidad reciente nos muestra la urgencia que se esfuerza por restablecer el sentido en el proyecto europeo. Y creo profundamente que la ambición cultural puede y debe ser un vector esencial de este nuevo impulso.

 

La necesaria ambición cultural de Europa.

 

El referéndum británico ha hecho entrar a Europa en una nueva era, la del «post-Brexit», que plantea con urgencia vital la cuestión del sentido de la construcción europea.

 

Mientras la idea de un repliegue identitario se despliega en el interior de cada país de Europa, debemos defender una identidad abierta, que suscite un sentimiento de adhesión, y no una que cierre las fronteras como los espíritus.

 

La cultura debe ser la base de Europa. Ahora bien, la cultura en su diversidad se ha considerado con demasiada frecuencia como un sector económico entre otros, al servicio del consumidor, incluso como un enclave de resistencia al mercado único, que habría que desmantelar. El ciudadano fue olvidado.

 

Creo profundamente que la diversidad de culturas, de lenguas, en el seno de Europa, lo convierte en una cuenca de creación extraordinaria que es la verdadera riqueza de Europa. La fuerza de Europa nace del diálogo y de los intercambios entre los espacios culturales europeos, no de su homogéneneización.

 

Jacques Delors repetía que no nos enamoramos de un mercado único ». Hace falta carne, sentido y perspectivas de futuro. Y no abandonar los imaginarios a fuerzas morbosas que ponen en peligro nuestra juventud y nuestro futuro.

 

Francia, junto con otros Estados miembros, ha luchado durante más de tres décadas para defender la excepción cultural en los foros internacionales de la OMC y de la ONU. Desde 1989, con la adopción de la Directiva Televisión Sin Fronteras - TSF (convertida en «servicios de medios audiovisuales» - SMA - en 2007), hemos sabido conciliar la difusión de las obras y la promoción de la diversidad cultural, basada en un anclaje en las diferentes culturas y lenguas de la Unión Europea.

 

En adelante, debemos no sólo preservar este acervo, sino también, y sobre todo, adaptarlo a las nuevas realidades surgidas de la transformación digital y, en particular, al importante papel desempeñado por las plataformas en la difusión de las obras y los programas. El Gobierno trabaja incansablemente y con determinación en este sentido.

 

Dos obras importantes: la regulación audiovisual y el derecho de autor.

 

Este trabajo de convicción lo hemos realizado muy especialmente en dos campos:

 

- El de la regulación audiovisual, con la perspectiva de la revisión de la Directiva SMA, cuya adopción data ahora de casi diez años.

 

- El de la propiedad literaria y artística, en la óptica de un nuevo «paquete derechos de autor».

 

En primer lugar, hemos tenido que desplegar mucha energía para luchar contra postulados, diría incluso contra las ideas preconcebidas, sobre las que a menudo se debatía:

 

- Primera idea errónea, la idea de que existe una frontera hermética entre un mundo antiguo que sería el del audiovisual y un mundo nuevo que sería el de Internet.

 

Sabemos, sin embargo, que no es así: el audiovisual está ahora plenamente inmerso en el universo digital, del que constituye uno de los motores más dinámicos.

 

Los nuevos actores de Internet, y en particular las grandes plataformas, se han convertido en actores de pleno derecho del sector audiovisual y de los medios de comunicación, y ya no se ocultan.

 

- Segunda idea aceptada, la de que Internet, espacio de libertad, debería, en esencia, escapar a cualquier forma de regulación.

 

No creo que la libertad y la regulación se opongan. Creo, por el contrario, que la regulación es necesaria para el ejercicio armonioso de la libertad, de todas las libertades.

 

Es la historia de la democracia, es la historia de la construcción de las sociedades humanistas europeas.

 

- Tercera idea aceptada, la tesis según que las normas establecidas en materia de regulación audiovisual o de derechos de autor constituirían otros tantos frenos o obstáculos a la innovación y a la circulación en Europa de lo que algunos llaman «contenidos».

 

Esta tesis no resiste el examen de los hechos.

 

Si las regulaciones se adaptan con mayor frecuencia al nivel nacional, es porque corresponden a realidades culturales y lingüísticas arraigadas en territorios. La regulación de los sectores culturales debe adaptarse a la territorialidad, aunque ésta sea diferente del espacio que constituye el mercado único europeo, y no al revés.

 

Hay que respetar esta territorialidad porque corresponde simplemente a los espacios culturales y lingüísticos en los que creamos.

 

Los años recientes lo demuestran: la innovación probablemente nunca ha sido tan fecunda en el campo de la creación y difusión de las obras, y espontáneamente los nuevos actores adaptan sus servicios en diferentes versiones según el público al que se dirigen.

 

Dos objetivos principales guían nuestra acción a escala europea y se desarrollan en los dos ámbitos en los que actuamos, la regulación del sector audiovisual y la reforma del derecho de autor.

 

- El primero se refiere a la protección del público y a la defensa de nuestros valores y principios, que son los de la República y del Estado de Derecho, cualquiera que sea el país de implantación de los actores que ofrecen los servicios audiovisuales. Estos retos figuran ahora en el proyecto de reforma de la Directiva SMA.

 

Ya no es aceptable que actores que desarrollan actividades cada vez más similares a las de servicios audiovisuales implantados en Francia eludan toda regulación o las reglamentaciones francesas en vigor.

 

Por ello, las autoridades francesas han apoyado la ampliación del ámbito de aplicación de la Directiva SMA a las plataformas de intercambio de vídeos, cuyo papel principal en la difusión de los contenidos audiovisuales ya no es necesario demostrar.

 

La Comisión ha tomado conciencia de la necesidad de responsabilizar a estas plataformas y de exigirles una mayor participación en la lucha contra la incitación al odio y a la violencia y en la protección de los jóvenes públicos.

 

Se trata de un avance importante, incluso simbólico. Debe mucho al trabajo de convicción llevado a cabo por el Ministerio de Cultura y Comunicación, así como al de los reguladores audiovisuales de la Unión Europea reunidos en el seno de la ERGA, creada a iniciativa del presidente Olivier Schrameck. A este respecto, en el momento de defender la libertad de los medios de comunicación, Francia apoya la inscripción del principio de la independencia de los reguladores en la directiva SMA.

 

Pero sigue siendo demasiado tímida, y me gustaría que se amplificara.

 

Proponemos que las plataformas también estén obligadas a luchar contra los atentados a la dignidad humana y contra la apología del terrorismo.

 

No es aceptable que en Internet se trivialicen la incitación al odio y la apología del terrorismo. Y lo sabemos, la lucha contra la propagación de los discursos de odio, requiere la llanura implicación de los actores que transmiten masivamente estos discursos.

 

En cuanto a las modalidades, deben adaptarse a lo que son esas plataformas. Quiero profundizar en el principio de «corregulación», basado en la concertación y en los compromisos asumidos por los actores. No debemos limitarnos a inscribir en los textos las iniciativas ya aplicadas por algunas grandes plataformas, sino obligarlas a ir más lejos, a asumir compromisos concretos y controlables.

 

Desde hace dos años debatimos con la nueva Comisión Europea con el fin de elaborar los instrumentos adaptados a estos nuevos actores de la difusión cultural y audiovisual. La semana pasada hablé con el Vicepresidente de la Comisión Europea, Andrus Ansip, sobre las herramientas tecnológicas que permiten prevenir la reaparición de vídeos ya señalados y retirados, en particular sistemas de huellas dactilares.

 

Ya no podemos aceptar que las grandes plataformas audiovisuales se escuden en un estatuto de proveedor de alojamiento que ya no corresponde a la realidad de los servicios que ofrecen.

 

Cuando una plataforma clasifica, presenta, filtra, agrupa, uno está muy lejos de ese estatuto de proveedor de alojamiento creado en la directiva relativa al comercio electrónico. Estamos trabajando con la Comisión Europea para dar sentido a esta normativa.

 

La igualdad de trato entre los actores también se refleja en las cuotas mínimas de obras europeas y en las contribuciones financieras de las plataformas.

 

La revisión de la Directiva SMA propuesta por la Comisión aporta a este respecto unas primeras respuestas muy alentadoras a nuestras preocupaciones instaurando una cuota mínima de obras europeas en los catálogos de los servicios de vídeo a la carta, aunque el nivel propuesto para esta cuota mínima del 20 % es todavía insuficiente.

 

En cuanto a las contribuciones financieras, la reforma prevé una excepción al principio del país de origen. Mañana nos permitirá hacer finalmente contribuir a la financiación de la creación francesa y europea a los operadores de vídeo a la carta establecidos en otros Estados miembros y dirigidos al público francés. Como hemos hecho en materia de IVA, este principio permitirá poner fin a los mecanismos de elusión de la normativa francesa.

 

El segundo objetivo principal se refiere a la defensa de la propiedad literaria y artística, que es la piedra angular de la financiación de la creación.

 

El «paquete de derechos de autor» presentado hace dos semanas por la Comisión aporta también mejoras que recogen en la mayoría de los casos las peticiones formuladas con fuerza por las autoridades francesas.

 

La Comisión aborda el reto crucial de compartir el valor entre los creadores y los intermediarios que ponen masivamente en línea obras protegidas. Hace un diagnóstico pertinente, pero apoyaremos una respuesta aún más ambiciosa.

 

Necesitamos aclarar la situación de los intermediarios en materia de derechos de autor y hacerlos responsables mediante el deber de cooperar con los titulares de derechos. Es una condición para poder pagar mejor a los autores, lo que es indispensable para asegurar el futuro de nuestra creación.

 

Esta ambición la llevo al conjunto de los sectores creativos, del cine, del audiovisual, por supuesto, pero también de la prensa.

 

Por ello apoyo la propuesta de crear un derecho afín para los editores de prensa, para que puedan disponer de los instrumentos jurídicos necesarios para hacer valer los derechos de la prensa y de los periodistas en las relaciones contractuales con las plataformas digitales. Por supuesto, este nuevo derecho no irá en detrimento del derecho de autor de los periodistas.

 

Se trata de crear nuevos canales de remuneración absolutamente necesarios para dar a la prensa los medios de invertir y remunerar a los periodistas para que perdure una información pluralista y de calidad.

 

Queridos amigos, no olvidemos nunca que cuando Francia defiende la cultura, se hace portavoz de la cultura europea en su diversidad. En este sentido, tenemos una responsabilidad especial en Europa.

 

Si Francia ha sabido hacerse oír sobre estos temas, gracias a la movilización de profesionales en toda Europa, es porque nuestro enfoque ofrece un sentido a la acción de la Unión Europea.

 

El Gobierno al que pertenezco se ha dedicado a encontrar soluciones perennes y concretas para reequilibrar las relaciones de poder.

 

Por último, puesto que éste es el núcleo de nuestra concepción de la cultura, me opondré a cualquier cuestionamiento de la territorialidad de los derechos. Es a la vez el reflejo de la diversidad de los espacios culturales y lingüísticos de la Unión Europea y la piedra angular de la distribución y de la financiación de la creación cinematográfica y audiovisual.

 

La respuesta a las expectativas de los europeos más móviles pasa por una portabilidad de las suscripciones cuidadosamente enmarcada, no por un cuestionamiento de la territorialidad mediante una ampliación del perímetro al que se aplica el principio del «país de origen».

 

Hemos conseguido un verdadero cambio de perspectiva de la reflexión en Europa desde hace dos años: y probablemente hemos recorrido más camino que en los últimos quince años, para que la transformación digital ya no se viva en las industrias culturales, como una fatalidad, pero que sea la formidable oportunidad que debe ser, para conquistar nuevos públicos, difundir la cultura y hacerla irradiar ampliamente.

 

La aceleración de la transformación de los usos exigía tal cambio. Cuando la actual Comisión Europea asumió sus funciones en el otoño de 2014, parecía que no se había logrado. Aplaudimos el hecho de que la movilización y el diálogo hayan sabido infundir este cambio de perspectiva e iniciar una nueva dinámica. Hay que seguir avanzando paralelamente, porque está intrínsecamente vinculado

 

Más que nunca, hay que inventar el futuro de Europa, en un proyecto humanista que no se sorprenda por la tecnología sino que lo ponga al servicio de un proyecto de sociedad.

 

Doy las gracias, pues, al CSA por haber tomado la iniciativa de este coloquio en este momento tan oportuno, y estoy segura de que vuestros trabajos constituirán una contribución fecunda a estas cuestiones centrales.

 

Se lo agradezco de antemano.