Por fin ha surgido de la tierra este teatro tan esperado, tan esperado.
Cuando se decidió, hace exactamente cincuenta años, implantar aquí una ciudad nueva, nadie imaginaba entonces cómo un lugar como este podía ser esencial.
Sin duda, por un momento se creyó que lo real pasaba antes que el resto, y que había que pensar primero en la vivienda, en la industria o en el comercio, porque esa era la urgencia. Lo real: ¡es una buena razón para construir una ciudad nueva!
Sin duda se pensó que una vida cultural digna de este nombre podría sufrir algunas horas de transporte: Melun, después de todo, estaba a pocos kilómetros, y París a pocos pasos de RER. Y, quizás con palabras ocultas, a nadie se le ocurriría implantar un teatro en medio de los campos, entre los pabellones.
Lo real, siempre. Lo real, contra todo lo demás. Lo real, sin sentido. Como si se hubieran tomado al pie de la letra esas palabras de Victor Hugo que decían que «el teatro no es el país de lo real: hay árboles de cartón, palacios de tela, un cielo de harapos, diamantes de cristal, oro de parpadeo, rubor sobre la pesca, rojo sobre la mejilla, un sol que sale de debajo de la tierra. »
El teatro, por supuesto, no es el país de lo real. El teatro no alimenta a las multitudes, el teatro no alberga a nadie, el teatro no construye carreteras, no abre fábricas, claro, pero el teatro, «es el país de la verdad: hay corazones humanos entre bastidores, corazones humanos en la sala, corazones humanos en la escena», dice el poeta. Y yo añadiría: corazones humanos en la ciudad.
Hace más de dos mil años que perdura el teatro. Aunque el hombre haya inventado el libro, aunque haya inventado la pantalla, nunca ha renunciado a la escena.
Porque siempre ha tenido esta necesidad, casi primitiva, de disponer de un espacio para contar historias, hacerlas oír de viva voz, verlas escribirse con los cuerpos.
Siempre ha tenido esta aspiración de compartir con los demás sus alegrías y sus dudas, sus sueños y sus pasiones - todos estos motivos que han atravesado los siglos, y que reviven en el escenario, pasados por el tamiz del espíritu del artista y de la carne del intérprete. El teatro es la carne y el sentido. El teatro es el sentido en su espesor más tangible, el de la carne. Ningún lugar nos permite experimentar, con tanta agudeza y de manera tan compartida, nuestra condición humana.
Por eso una ciudad sin teatro sufre de una forma de incompetencia.
Me dirán que Sénart no estaba sin teatro, y eso es verdad.

Existía, por supuesto, la Cúpula en Combs-la-Ville y la Rotonda en Moissy-Cramayel, dos lugares de cultura de la intercomunitaria. Desde 1992, la Escena Nacional de Sénart les anima con mucho talento. Ha producido espectáculos de gran calidad: pienso en el Sobrino de Wittgenstein dirigido por Bernard Levy, en el Suicidio, de Nikolai Erdman, creado por Patrick Pineau en Aviñón en 2011, o en el Cuento de Invierno de Shakespeare en 2013, para el cual ha interpretado el papel, esencial, de productor delegado-, y a muchos más.

Se ha hecho todo lo posible por acercar la cultura a los habitantes de la aglomeración: 14.000 niños asistieron a estas dos salas el año pasado. Iniciaste una iniciación a las artes Circenses, a través del circo en la escuela. Usted ha trabajado con clases y opciones de teatro en las escuelas secundarias cercanas, creado residencias de artistas, así como talleres y clases magistrales para los aficionados. Habéis establecido fuertes vínculos con los centros médico-sociales, las bibliotecas de la aglomeración, los demás lugares de cultura del territorio.

Y el resultado es que se han registrado 35.000 entradas para la temporada 2013-2014. Una abrumadora mayoría de los espectadores vive cerca. Habéis acertado mucho vuestra apuesta, que es la del vínculo y la del sentido.

Así que no estabas sin teatro. Pero faltaba el teatro. El que encarna la ciudad. El que la simboliza. Un teatro que haga centro, un lugar que haga corazón. Un Ágora que viene a mostrar, que junto a la vida económica, que simboliza el Carré Sénart, sacado de la tierra hace algunos años, está la vida cultural. Un lugar que estructura la ciudad, tanto como la completa.

En el momento en que algunos se verían tentados a renunciar, habéis demostrado colectivamente que los elegidos podían comprometerse y hacer la apuesta de la cultura.

Jean-Jacques Fournier, que durante mucho tiempo presidió los destinos de la aglomeración, luchó para que este teatro viera la luz. No estaba solo, gracias a Guy Geoffroy, gracias a René Rhône. Usted recibió el apoyo del Estado. Habéis recibido el apoyo de la Región y del departamento. Gracias a Jean-Paul Huchon y a Vincent Eblé por haberlos acompañado en esta lucha. Gracias a Olivier Faure, que ha contribuido mucho, a vuestro lado, a hacer surgir esta sala. Sin cada uno de vosotros, no estaríamos aquí.

Este lugar ya existe. Con su piel de aluminio, toda vibrada, que deja entrever su burbujeo interior, se distingue en el horizonte. Quiero saludar el trabajo de los Talleres Chaix y Morel, a los que debemos este edificio. ¿Se podía soñar mejor para Sénart? ¿Se podía soñar mejor para crear una forma de orgullo compartido, que recogiera como primera piedra los deseos de cada uno en su caja de votos para este lugar de encuentro, un lugar que haga existir en los corazones, y no solo en el mapa, la aglomeración de Sénart? Era una apuesta; sé cuánto quiere Michel Bisson perseguirlo. Un lugar a escala de su departamento, querido Jean Jacques Barbaux, socio del EPPC y de su contrato de objetivo y medios.

Este teatro está a la altura de sus ambiciones. ¡La altura de la jaula de escenario - 29 metros! - da la plena medida y la riqueza de su programación, querido Jean-Michel Puiffe, la confirma. No es uno, sino tres talentosos artistas que acogen en residencia este año. El director Patrick Pineau, el coreógrafo Sylvain Groud y el director de orquesta François-Xavier Roth. Quiero saludarlos esta noche.

El aforo de las dos salas da también una idea del trabajo que continuaréis realizando, estoy segura, para hacer que este teatro esté «exclusivamente reservado a todos» y en particular a los que no se sientan completamente cómodos en un teatro, pero que sólo aspiran a serlo. Esta es mi primera prioridad. Cuento con ustedes para acercar cada vez más la cultura al público.

Cuento con vosotros para hacer surgir cada vez más nuevos talentos y acogerlos en residencia. Ustedes saben que he hecho de la creación joven mi prioridad. Desde ahora, los primeros pasos se dan. Sabéis que el acompañamiento de la creación contemporánea, así como la posibilidad que debemos dar a todos de acceder a ella, son esenciales. Me apoyaré en esta red formidable que son nuestros 71 Escenas Nacionales, que están presentes en todo el territorio y que han hecho de estos retos, inscritos en sus pliegos de condiciones, principios de acción. Sé lo apegados que están ustedes.

Cuento con vosotros - ¿pero hay que precisarlo? - para que viva y crezca la libertad de creación. Cuento con vosotros para que el arte, las artes, sigan interrogando al mundo, molestándolo, sembrando el caos en nuestras certezas, dejando entrever los futuros posibles. Cuento con usted para que el arte sea tan consolador como emancipador. Cuento con vosotros para que los que desafíen esta libertad, los que quieren censurarla, los que quieren circunscribirla, los que quieren burlarse de ella o destrozarla, encuentren ante ellos la mejor de las respuestas: un teatro lleno de vida, de ruido y de furia.

Le doy las gracias.