Estimado Orhan Pamuk, es un gran honor para nuestro ministerio, y más ampliamente para Francia, recibir a un escritor premiado por la Academia Nobel.

Viéndote aquí, mirándote, es todo un mundo que se abre a
nosotros, un mundo de belleza, de esplendor romántico, de conciencia
humana, de grandeza moral, de integridad generosa, de sueño de vida
nueva.

Francia os ama por esto, por esta inmensa dignidad del estilo, de la
pensamiento, del ser. Hace mucho que sus libros conocen un inmenso
éxito en nuestro país. «El Libro Negro», «Nieve» se han convertido en
nosotros de los clásicos, de las novelas que nos impresionan por la sutileza
de la narración, el eterno enigma del doble, por su intensidad a la vez
espiritual y carnal, por su única alianza de poder y
delicadeza, misterio y luz, imaginación y sugestión,
participación social y política. Estos libros que nos seducen, que
admiramos tanto por su estilo, este estilo que no es para usted un acervo,
sino una aventura, porque de libro en libro, de novela en novela, no tienes
dejó de buscar, de innovar, de experimentar, por las rupturas de la
sintaxis, ritmo, las tomas de libertad con respecto a la forma
tradicional. Te quedas, al pie de la letra, y a pesar de todas las consagraciones,
un escritor de vanguardia, un eterno innovador, preocupado por el riesgo más bien
qué comodidad narrativa. Y esta libertad en el estilo llama, esposa,
corresponde totalmente a la libertad del hombre. Infinitamente abierto, tolerante,
audaz, sin miedo, que eres. Usted que nunca ha dudado, incluso
a costa de una gran soledad, para levantaros contra el olvido, los silencios
de la Historia. No has dejado de luchar contra todas las
intolerancia, todos los fanatismos, los integrismos, las opresiones, los
terrores, el desprecio de los excluidos; vosotros amáis a los pobres, a los desheredados
aquellos que no hablan, corren el riesgo de permanecer para siempre en el otro
orilla de la vida.

Por supuesto, hay una ciudad que se abre a nosotros hoy, es Estambul, que
ahora solo vemos a través de usted. Estambul no
flamígera y dorada, pero gris y blanca, a menudo con tonos invernales,
la del niño del Bósforo que eras y te quedaste,
otro Estambul, casi austero, que, gracias a la fuerza de sus libros, es
se ha convertido en la nuestra, a la que ya casi no necesitamos ir
porque se confunde con la de vuestros libros, con vuestros pasos, con vuestra historia.
Estambul, que ahora vemos también a través del amor. No hay,
creo, de libro de amor más hermoso que el «museo de la inocencia», su
última novela; no hay mayor locura de amor que la de Kemal
decidido a construir un museo en homenaje a la que amó y perdió;
un museo que alberga todos los objetos que le pertenecían; nos gustaría entrar
a su vez en el «museo de la inocencia» que acaba de abrir usted mismo,
la casa roja de Cukurcuma, de ver allí, delante de ti, como si
nos fue revelado, gracias a usted, el secreto de la escritura, de la ficción, el vestido
flores de la hermosa chica de la página 539, un viejo ticket de cine para el
película «el sabor suave del pecado», las 4 213 colillas de cigarrillos Samsun
ahumados por la bella Fusun, y recogidos por el héroe, cada uno evocando
Kemal pasó un tiempo con ella. Sí, la inocencia, una palabra que
devuelva toda su luz: es para vosotros la capacidad de amor, el amor
para los demás, para la literatura, para el mundo, los objetos de la vida, y
usted sabe detectar, en cada uno de ellos, con ese genio tierno que usted
caracteriza, el sentimiento que el objeto contiene y guarda para siempre.

Usted acaba de escribir un muy buen ensayo: el novelista ingenuo y el novelista
sentimental» a través de sus análisis, sus lecturas, porque usted es también un
gran lector, desde las obras de Tolstoi a Dostoievski pasando por
las de Proust, Sartre y Flaubert. Quizás usted sea el único en
unir, reunir, conciliar los dos: el novelista ingenuo que ama la
naturaleza, toda la naturaleza y el novelista sentimental que reflexiona sobre la forma y
a los retos sociales y estéticos de su escritura. La palabra de sentimental
recupera con vosotros toda su nobleza, todo su impulso.

Al homenaje que se le rinde hoy, quisiera asociar su
editor, querido Antoine Gallimard - gracias a que no dejamos de descubrir
de los universos imaginarios - y también sus traductores, turcos y franceses,
que han sabido hacer justicia a su talento en nuestro idioma.

Es con gran respeto pero también con sentimiento, que, Cher
Orhan Pamuk, le damos las insignias de Oficial de la Legión
de honor.