Con Antoine Duhamel, es una gran personalidad del mundo del cine y del mundo de la música que desaparece, a la edad de noventa y nueve años.

Su nombre quedará estrechamente vinculado al de los cineastas de la Nouvelle Vague: Jean-Luc Godard y François Truffaut, de los que fue compositor inseparable y amigo de la primera hora. Su música ha dado su identidad imperecedera, su alma invisible, a estas películas míticas que se han convertido Pierrot el Loco de Godard, Besos robados, El niño salvaje, La sirena del Mississippi de Truffaut... También había puesto su inspiración inagotable al servicio del universo de las películas de su amigo Bertrand Tavernier: La muerte en vivo, Que empiece la fiesta...

Durante esta larga carrera dedicada al cine, había seguido siendo un compositor enamorado de música, un músico ecléctico y curioso, componiendo con igual felicidad óperas y canciones. Quería que la música brillara para todos, más allá de los géneros y de los tabiques: la escuela de música que había fundado en Villeurbanne en los años ochenta es el testimonio precioso de ello.

Expreso mi más sentido pésame a su familia y a sus seres queridos.