El 4 de agosto de 1994 se aprobó la Ley sobre el uso del idioma francés. Al inscribir nuestro idioma en un marco jurídico perenne, esta ley ha reforzado a la República en sus principios. Ha establecido las condiciones para una ciudadanía más compartida, una diversidad cultural mejor defendida y la proyección cultural de nuestro país.

Con motivo del vigésimo aniversario de la ley, el día de estudio, que reunió testimonios y análisis de numerosos responsables implicados en la elaboración o aplicación de este texto, permitió restituir el contexto en el que fue aprobado, los debates que suscitó, y hacer un balance.

Organizada conjuntamente por el Comité de Historia y la Delegación General a la Lengua Francesa y a las Lenguas de Francia del Ministerio de Cultura y Comunicación, esta jornada recordó el eco que la ley ha encontrado en nuestros socios europeos y francófonos. También fue una oportunidad para examinar su pertinencia en un contexto de profundos cambios que afectan a la transmisión y circulación de los conocimientos y la información.

La ley relativa a la lengua francesa es la encarnación misma: el futuro de una lengua depende en parte del apoyo de una voluntad política. Pero esta voluntad política no hace más que reflejar el apego que le tienen los propios ciudadanos. Porque si una lengua puede ser salvada por el poder de acción de las instituciones, una lengua solo vive por quienes la ilustran, la transmiten y la comparten.