Valerie Lang nos dejó anoche. Pienso en ella, que se ha ido con el resplandor de su talento, en sus padres, Jack y Monique, a quienes expreso toda mi amistad y mi tristeza.
Su desaparición fue un shock para todo el mundo del teatro, al que había aportado su inmenso talento de actriz y a quien todavía tenía tanto que dar.
Su presencia en el escenario fue una antorcha. Valerie Lang llevaba en sí una luz y una evidencia: la de haber encontrado muy pronto su verdad de actriz. Sabía que los autores, los compañeros, el teatro en su conjunto, producen las mayores revoluciones y las mejores alianzas.
Valérie Lang comienza su formación como actriz en el Conservatorio Nacional Superior de Arte Dramático (CNSAD) en la clase de Jean-Pierre Vincent. De 1992 a 1998 se unió a la Compañía de Stanislas Nordey en el Teatro de los Almendros de Nanterre. Luego, co-dirige con Stanislas Nordey el Teatro Gérard Philipe, de Saint-Denis. Continuaba desde su carrera de actriz.
Valérie Lang sacaba de las fuentes del teatro, un teatro de carne y de compromiso en un vínculo indisociable con el público.
El teatro era, decía, «acto de resistencia». Es una resistente - y una mujer libre - que se va, cuya preocupación era transmitir esta independencia en su arte, en su vida.
Ya la echamos de menos.