Aprendo con profunda tristeza la desaparición de Dominique Constanza, a los 65 años y en la cúspide de su carrera. Decana de la Comédie Française desde 2010, había desempeñado los papeles más bellos desde su entrada en la Maison de Molière, en 1973.
Actriz nacida, formada en el Conservatorio nacional superior de arte dramático por Jean-Laurent Cochet y Antoine Vitez y dirigida por nuestros mejores directores, había mantenido el aire de juventud y de malicia de sus primeros papeles como heroína de Marivaux y de Molière, en el que sobresalía. Muchos de nosotros la hemos visto actuar en el «Fil à la patte» de Feydeau, espectáculo dirigido por Jérôme Deschamps, que movió a las multitudes y le valió un Molière en 2011. Gobernada por una extrema sensibilidad personal, su fibra teatral había florecido en todos los géneros y repertorios de ayer a hoy. Puso tanto amor en servir a Maxime Gorki, Henry Becque, Italo Svevo, Marguerite Duras como, una vez más, a William Shakespeare.
También en el cine había sabido aportar su frescura y su distinción innata en cada uno de sus papeles, La oveja rabiosa de Michel Deville, Calmos de Bertrand Blier, Pequeños arreglos con los muertos de Pascale Ferran, Alice en el infierno de Gildas Bourdet para la televisión ... La partida de una artista tan rara y llena de humanidad nos entristece profundamente.
Nuestras condolencias a su familia y al conjunto de la compañía del francés.