Saludo la concesión del premio Goncourt a Pierre Lemaître por «adiós allá arriba» publicado en casa de Albin Michel. Es una recompensa justa por este trágico mural dedicado a la gran guerra.

Pierre Lemaître, cuyo sentido de la narración era conocido por sus excelentes novelas policíacas, escribió una magnífica epopeya histórica tanto como una novela social, revelando la incomprensión del país ante el regreso de dos soldados, gules y almas rotas.

Esta novela, que es también un hermoso libro de solidaridad entre estos dos personajes a los que nada se ha dejado sino la fuerza de su vínculo nacido en la trinchera, se inscribe ya desde ahora como un documento ineludible sobre el impacto de la primera guerra mundial, en los albores de su centenario.

Desengañado, divertido, negro, profundo y extraordinariamente documentado, «adiós arriba» es uno de esos meteoritos que explotan los códigos del género histórico y revelan otra cara de la Historia. Es una nueva ilustración de la fuerza inspiradora que todavía encierra la Primera Guerra Mundial, su violencia, la extrema privación psicológica en la que ha dejado a soldados traumatizados para siempre.

La elección fue difícil para los jurados, entre ellos la presidenta Edmonde Charles-Roux. También quiero felicitar calurosamente a los tres finalistas, Frédéric Verger, Jean-Philippe Toussaint y Karine Tuil, por sus hermosas novelas que ya han encontrado apasionados a sus lectores.