Simone Boisecq nos dejó el 6 de agosto, a la edad de 90 años.
Había sido periodista en la AFP antes de dedicarse totalmente a la escultura. A este respecto, su encuentro con otro escultor que iba a ser su marido, Karl-Jean Longuet, fue determinante, así como su descubrimiento, algunos años más tarde, del taller de Brancusi.
El museo Unterlinden de Colmar, conocido en todo el mundo por conservar el retablo de Issenheim, posee también una notable colección de arte moderno y contemporáneo, entre las que destacan numerosas obras de Simone Boisecq y de Karl-Jean Longuet. El Museo acababa también de dedicar una hermosa retrospectiva a los dos escultores.
Simone Boisecq permanecerá a lo largo de toda su vida profundamente marcada por su amor por las artes primeras, que le había transmitido su padre, pero también por los paisajes de su infancia argelina, por los de Bretaña, y por supuesto por su larga cercanía a los pintores y poetas surrealistas. Ni figurativa, ni puramente abstracta, su obra aparece como una sutil síntesis que, sin embargo, no contiene nada, encierra un muy poderoso poder de evocación.