El Premio Goncourt acaba de ser atribuido a Jérôme Ferrari por «El sermón sobre la caída de Roma», una alegoría cautivadora anclada en torno a un modesto bar corso, espejismo del «mejor de los mundos posibles». Fruto largamente madurado, esta séptima novela despierta el eco de «Aleph zero» escrito diez años antes.
En una lengua magistral en los largos periodos, Jérôme Ferrari, escritor
viajero que enseña filosofía en todo el mundo, acampa el sueño y
la amargura de una familia y de un pueblo corsos, desde el patriarca, abraza
cuerpo y en el corazón de una mortal angustia, hasta los dos jóvenes protagonistas,
Libero y Mateo, que se lanzan al estudio de la filosofía. Alcanza
cumbres de belleza y lucidez en esta isla natal que lo persigue, este mundo
córnea desaparecida que es la metáfora de la familia, del sentido de la vida, de la memoria
y de la muerte. Uno se levanta, crecido, de este Sermón sobre la caída de
Roma» que, siguiendo las huellas de sus anteriores novelas («En el secreto», «Dónde
he dejado mi alma», «Un dios un animal»), nos lleva a los confines de
ritmos y lugares.
Felicito a este talentoso autor.