Para destacar los múltiples usos de la lengua francesa, el Ministerio de Cultura y Comunicación lanzó «Mars, le mois des mots». La primera edición de esta manifestación reunió bajo su bandera varias operaciones que tratan del lugar - y de la expresión - del francés: la expresión poética con el «Printemps des poetas»; todos los usos de nuestra lengua, desde lo cotidiano hasta lo singular, con la «Semana de la lengua francesa»; los descifrados de un lenguaje particular, el de la información, con la «Semana de los medios de comunicación en la escuela».
4.Annick Cojean: «Hay que formar a los jóvenes en un espíritu crítico frente a la prensa»
Llevar a los jóvenes a una lectura crítica de la prensa, detectar, descifrar la información, abrirse al mundo: estos son los objetivos de la 25a Semana de la prensa y los medios de comunicación en la escuela. Una manifestación comprometida y ciudadana a la que se une la asociación del Premio Albert Londres. Encuentro con su presidenta y gran periodista en el mundo, Annick Cojean.
La asociación del Premio Albert Londres, de la que usted es presidenta, se une por primera vez al CLEMI (Centro de Enlace de la Enseñanza y de los Medios de Comunicación) para patrocinar la Semana de la Prensa y los Medios de Comunicación en la Escuela. ¿Por qué?
La prensa, todos los oficios de la información, se encuentran hoy en un momento crucial y están experimentando diferentes crisis: el desapego del público por el papel y los medios de comunicación tradicionales, y las empresas con una salud económica tambaleante. Sin embargo, la razón de ser del oficio de periodista sigue siendo: Informar, interesar al público en la marcha del mundo, prohibirle la indiferencia. Los estudiantes de secundaria son sin duda el relevo. Hay que pensar en cómo llegar a ellos y despertar su apetito por la información.
¿Cómo, frente al flujo continuo de información, distinguir su calidad?
Hay que formar a los jóvenes en un espíritu crítico y distanciado de la prensa. Y hacerles comparar: la publicidad o la comunicación no son información. Las bromas y las bromas no son entrevistas. No hay que confundir espectáculo, rumor, cháchara con periodismo. Hay reglas, es un trabajo que conlleva muchas responsabilidades y es importante, con ejemplos precisos, mostrar a los jóvenes las diferentes maneras de tratar un tema, sensibilizarlos sobre el atractivo de una historia, sobre las exigencias del trabajo de periodista que cuenta, destaca la actualidad, revela hechos, se interesa por la vida de las personas. En una palabra, mostrar lo que marca la diferencia. La multitud de canales (Twitter, Facebook, el vídeo...) por los que pasa la información es una inmensa riqueza. Pero exige que el usuario sepa cómo distinguir las pepitas, y que el periodista sacuda sus hábitos para encontrar una nueva oportunidad de captar el interés, de suscitar el deseo de estos nuevos lectores.
¿Cuál es la diferencia?
Compramos menos prensa en quiosco, pero paradójicamente nuestros artículos nunca han sido tan leídos, compartidos, comentados. Desde su publicación, a través de las redes sociales y la web, ¡un artículo da una vuelta al mundo instantánea! Lo que plantea, por otra parte, preguntas delicadas, vertiginosas al periodista: ¿qué decir - que callar? - sobre un tema tabú y sulfuroso como la violación en Siria, por ejemplo, para no poner en peligro a las personas de las que se habla y no permitir identificar nuestras fuentes. Un artículo publicado en Le Monde se encuentra al minuto siguiente difundido y traducido rápidamente a Siria, Egipto, Jordania...
Gran Reportero, ¿es un trabajo con futuro?
Algunas empresas de prensa dudan, se preguntan si el reportaje a largo plazo sigue siendo rentable o necesario. Sin embargo, los reportajes suelen figurar entre los artículos más compartidos. Permiten descubrir cosas excepcionales aquí y en el mundo. Y de «portar», para retomar la palabra de Albert Londres, «la pluma en la herida».
¿A veces con el riesgo de parecer un vigilante, como los denunciantes?
Albert Londres es ante todo un paso, un espíritu, un aliento. Con un enfoque cálido, un amor por la gente y una gran atención a la forma de contar en la que algunos le reprocharon introducir «el microbio de la literatura». Y un objetivo: contar el mundo tal como es, reivindicando su independencia y una total libertad, aunque sea desagradable, denunciar las injusticias, dirigiendo su atención a la suerte de los más humildes, o de los más explotados. Este periodismo, combativo, encuentra eco en la actitud de los denunciantes. Pero no se tiran documentos sueltos al público. Una vez más, hay reglas y responsabilidades: la clasificación, el análisis, la contextualización de los documentos. Sin contar las preguntas sobre poner en peligro la vida de otros. Edward Snowden, que puso en peligro su vida, tuvo la inteligencia de trabajar con un puñado de periodistas y de grandes periódicos internacionales, Le Guardian pero también Le Monde. Su contribución es muy importante.
¿Cómo eliges contar una historia?
El motor, creo, es querer aclarar una situación, con la mayor honestidad posible. Por lo tanto, hay que mantener una distancia, borrarse detrás de la información, pero según el sujeto, con su sensibilidad, permitirse unos pasos a un lado para implicarse más personalmente. Porque nuestra materia prima es el ser humano. Luego, trabajar la calidad de la escritura. Para que el lector quiera seguirte hasta el final del artículo. Y con la obsesión de no traicionar a todos los que, durante el reportaje, le han confiado su verdad. Elegimos una historia por el tema, pero también por la fuerza de ciertos caracteres y la oportunidad de cruzar destinos extraordinarios.
A lo largo de su recorrido, sus reportajes siguen el camino de las mujeres, de Simone Veil, a las mujeres violadas en Libia, y hoy en Siria...
Además de mi admiración por Simone Veil, ¿cómo no ser sorprendido, viajando mucho, por el hecho de que nacer mujer, en la mayoría de los países del mundo, conduce a una vida de sufrimientos? Las niñas son menos alimentadas, menos instruidas, golpeadas, casadas muy jóvenes y obligadas a la reclusión. No tienen control sobre su destino. Sin embargo, son ellas las que mantienen a raya a las familias y las sociedades. Reducir las desigualdades entre los sexos es, en mi opinión, la lucha del 21eme siglo.
¿Ser una mujer periodista?
¡Es una suerte! Un hombre nunca podrá acceder a la mitad de algunas sociedades musulmanas, como en Afganistán, por ejemplo. Sus interlocutores, los testimonios relatados, no serán más que voces de hombres. En otras palabras, es toda una realidad que les escapa. Ser una mujer periodista abre el acceso a toda la sociedad. Sí, las mujeres son el futuro brillante del periodismo.