Señor Presidente, querido Henri Loyrette,Querido Marc Ladreit de Lacharrière,Directora de los museos de Francia, estimada Marie-Christine Labourdette,Señor Director del Departamento de Antigüedades griegas, etruscas y romanas, querido Jean-Luc Martinez,Señoras y señores conservadores,
En la isla de Samotracia, había sido iniciado en los Misterios de los Cabires, antiguos y obscenos, sagrados como la carne y la sangre; las serpientes sorbidas de leche de la guarida de Trophonios frotaron en mis tobillos; las fiestas de Orfeo dieron lugar a salvajes ritos de fraternidad. El hombre de Estado que había prohibido bajo las penas más severas todas las formas de mutilación consintió a asistir a las orgías de la Diosa Siria: vi el espantoso torbellino de las danzas ensangrentadas; fascinado como un cabrito en presencia de un reptil, mi joven compañero contemplaba con terror a estos hombres que elegían dar a las exigencias de la edad y del sexo una respuesta tan definitiva como la de la muerte, y quizás más atroz».
Evidentemente, es difícil imaginar, ante la majestad de la escalera Daru, aquellas escenas que el genio de Marguerite Yourcenar nos entrega, haciendo describir a Adriano las ceremonias que una de las obras maestras más célebres de la estatuaria antigua habrá sido sin duda testigo, en un pasado ya olvidado.
Quisiera aprovechar la ocasión de esta ceremonia para rendir ante todo un homenaje más que merecido a Henri Loyrette y a la manera en que consigue con sus equipos, con un talento notable, dar al Louvre la dinámica excepcional que se le conoce hoy. En la excelente relación que mantengo, desde la rue de Valois, con estos grandes buques almirantes que son nuestros principales establecimientos públicos, debo decir que el Louvre ocupa un lugar aparte, a la vista de las metamorfosis mayores, querido Henri, que usted emprende.
Pienso en la próxima inauguración del Louvre-Lens; en la tan esperada inauguración del pabellón de las artes islámicas; en la calidad notable de las exposiciones que programáis; o también a los artistas contemporáneos, que usted invita para someter espacios sacralizados por la historia a vistas inéditas, como François Morellet con sus vidrieras , o el difunto Cy Twombly y sus techos, pudieron hacerlo de manera tan magistral.
En esta dinámica que usted da al primer museo del mundo, su apertura al mecenazgo ocupa un lugar notable. Se recuerda especialmente el éxito de la operación Cranach, con la adquisición de las Tres Gracias.
Hoy nos encontramos bajo la victoria de Samotracia, ante estas míticas marchas que recorren diariamente millones de visitantes al pasar por la encrucijada de esta ciudad-Palacio que es el Gran Louvre, delante de la más famosa proa de barco del mundo. Quizás algún día, en Libia, el monumento naval que se encuentra en el ágora de Cirene alcance la misma notoriedad.
Entre los prestigiosos vestigios que el Mediterráneo antiguo habrá legado a la humanidad, la Victoria de Samotracia es en efecto una de las estrellas indiscutidas, cuya familiaridad a menudo hace olvidar el complejo pasado hecho de batallas helenísticas olvidadas y de descubrimientos románicos, como es también a menudo el caso de las obras maestras que pueblan el departamento de las artes griegas, etruscas y romanas, evolucionando al ritmo lento de las restauraciones, de las nuevas adquisiciones y de las modernizaciones necesarias de su museografía. Bajo los mármoles marciales exhumados bajo el Segundo Imperio en una isla entonces otomana, encontramos la historia de una reconstrucción que tomó años, entre el análisis de las monedas helenísticas que podían dar una idea del monumento original, y las idas y vueltas de las misiones arqueológicas francesas y austriacas en este norte del mar Egeo. En la movilidad de estos mármoles que pronto se convertirán en nuevos, se lee siempre la fuerza del viento que pone la túnica sobre el pecho de una Victoria a la que se rinde homenaje para conjurar el destino de las tormentas y de las batallas.
Una Victoria que será renovada a partir de 2013, con la ayuda de Marc Ladreit de Lacharrière. Es en este corazón de Louvre, del que Henri Loyrette prevé el redespliegue ambicioso, que FIMALAC ha decidido asociarse.
Recientemente, en la universidad del MEDEF, mencioné la parte de afectivo e irracional que se juega en el mecenazgo. A menudo se describe el mecenazgo desde el punto de vista fiscal y en términos de estrategia de comunicación; pero también está el profundo apego de algunos empresarios a proyectos en los que están dispuestos a comprometerse personalmente y a largo plazo. En su caso, en Marc Ladreit de Lacharrière, son todas las acciones innovadoras que pueden llevarse a cabo, por ejemplo, para favorecer la representación de los franceses de origen inmigrante en la televisión y en el cine, a través de su Fundación Agir Contre l'Exclusion; es la lucha contra las discriminaciones, es también la educación para todos. Sobre todos estos temas, hace dos años fue nombrado Embajador de Buena Voluntad de la UNESCO. Estos valores los comparto plenamente con usted. Coinciden con prioridades que considero esenciales para mi ministerio.
Con la Fundación Cultura y Diversidad os habéis fijado el objetivo de favorecer el acceso de los jóvenes procedentes de la educación prioritaria a la cultura: así, la Escuela del Louvre, entre sus primeros socios, se ha abierto a nuevos públicos. El estrecho vínculo entre FIMALAC y el Louvre tiene ya, por otra parte, una rica historia, si se añaden sus funciones, junto a Henri Loyrette, de Presidente del Consejo de Administración de la Agencia France-Muséums, a cargo del Museo Universal del Louvre Abu Dabi; por no hablar de su apoyo a las restauraciones y a las exposiciones prestigiosas en el seno de este Departamento del Louvre, que Henri Loyrette ha recordado con razón.
El mecenazgo es el apego, es también la fidelidad. Hoy se rinde homenaje a esta fidelidad desde 1995. La renovación y la mejora de este corazón de Louvre le debe mucho.
En la pintura borgoñona y flamenca del siglo XV, los grandes donantes de la Iglesia se hacían representar en las escenas religiosas de rigor. Para estos lugares donde reinan el mármol y el pórfido, se ha elegido la sobriedad, la de la piedra y la escrita. Una placa excepcional para un compromiso excepcional.