Estimado Eric Gross, Director General Adjunto del Centro Nacional de la Función Pública, Estimado Jean-Marc LegrandMonsior Director General de los PatriarcasMesdames, Señores conservadores frescos del INP,Señoras y señores,
Como lo hice el año pasado, quería recibir la promoción
salida de los conservadores del patrimonio formados por el Instituto Nacional del
Patrimonio y quiero decirles hoy, con calidez y amistad,
bienvenidos a la carrera y a este Ministerio de Cultura y Cultura
Comunicación que ahora es suya.
Bienvenidos, en primer lugar, a nuestro anfitrión del Congo, ahora titular del diploma
internacional. Si el INP ha recibido a muchos becarios internacionales, usted
Eres, para esta promoción, el único, Querido Huriel Nganga Loubou, a tener
desea seguir la totalidad de la escolaridad. Sin embargo, el próximo año
será seis -marroquí, senegalés, sirios - y me alegro de que
que será un eje fuerte de cooperación para el INP en los
próximos años.
Bienvenido a los conservadores territoriales que van a tomar o buscar
sus cargos en alcaldes, presidentes de consejos generales o en
presidentes de consejo regionales.
Bienvenidos a los conservadores estatales que se unirán a su estreno
destino, en su gran mayoría en los establecimientos dependientes
de la Dirección General de Patrimonio.
Si usted pertenece a la función pública territorial o a la función
pública del Estado, que comparten grandes ambiciones y
altos valores.
Estas ambiciones y estos valores comunes justifican su formación
común en el seno del Instituto Nacional del Patrimonio, y quisiera saludar
esta hermosa asociación entre el Centro Nacional de la Función Pública
territorial y mi ministerio. Conozco la calidad de las relaciones entre el
Centro Nacional de la Función Pública Territorial y el Instituto Nacional del
Patrimonio. Sé que se están estrechando. Lo celebro. Estoy muy entusiasmado
agregado y aliento la dirección del Instituto Nacional del Patrimonio a
perseverar en esta dirección.
Estas ambiciones y estos valores comunes, hoy quiero brevemente
hablar de ello, para llamarte a llevarlos, a encarnarlos, con orgullo.
En el «tour de Francia» de los museos que he emprendido desde mi
llegada a la calle de Valois, me encontré con personalidades excepcionales,
admirables conservadores del patrimonio. Me doy cuenta de las dificultades que son
los suyos en la vida cotidiana, en la relación con los elegidos, con su
medio ambiente, frente a las expectativas del público. Con pocos medios,
saben hacer mucho. Con gran experiencia, una pasión por su
oficio, que hacen vivir los museos y los centros de archivos que dirigen, que
los hacen hogares vivos, lugares de cultura habitados donde las obras
dicen, donde los documentos testifican. A menudo digo que son
«héroe» de nuestro tiempo y que les tengo una gran admiración. Hay
aquí un homenaje a los que, en la sombra, trabajan para poner de relieve.
Convirtiéndose en custodio del patrimonio, tanto para el Estado como para
las colectividades, habéis elegido pertenecer a la función pública, sed
orgullosos.
La función pública es el servicio del público, de todos los públicos. Sé
que lo ha experimentado, especialmente durante sus
pasantías. Durante 30 años, mucho se ha hecho para ampliar el público de la
cultura. Es una política cardinal del ministerio desde su origen, esto
sigue siendo una prioridad de mi acción hoy tanto los nuevos modos
de acceso a las obras y a la cultura nos invitan continuamente a repensar
continuamente la oferta de museos y lugares de patrimonio.
El Estado, las colectividades territoriales han renovado sus instituciones,
han creado otros nuevos.
Tengo la convicción, como sabéis, de que no avanzaremos
decisiva, si no superamos los fenómenos de miedo e intimidación
ante el saber, ante la materia cultural, que siguen presentes
en la sociedad francesa. La cultura puede seguir siendo un
distinción social, de privilegios, de desigualdades. Todo el sentido de mi
política consiste en conciliar la excelencia y la accesibilidad, la exigencia y
la apertura más amplia y la ambición en la continuidad del trabajo de
Sísifo que fue el de mis predecesores.
No perdáis nunca de vista el ideal de la democratización cultural.
La función pública es también la igualdad de oportunidades, la igualdad de acceso a
empleo, que es la única forma en que el servicio público puede reflejar
composición misma, la diversidad de la sociedad francesa de principios del XXI
siglo.
Sé que vienen de diferentes regiones y horizontes sociales. Es
mis ojos una riqueza.
Estoy muy comprometido con que el reclutamiento de los conservadores
patrimonio expresa bien toda la diversidad de nuestra sociedad, y no se
no cierre sobre una parte limitada de ella. Por eso fundo
mucha esperanza en la clase preparatoria integrada del Instituto Nacional
del patrimonio, cuya primera promoción va a pasar el concurso al mes
del próximo mes de agosto y cuya segunda promoción acaba de ser seleccionada.
En el mismo sentido, como había deseado, me alegro vivamente de que
el Inp, con el apoyo de las direcciones regionales de asuntos culturales, haya
abierto la posibilidad, para los candidatos residentes en Ultramar, de pasar
sus escritos en centros locales.
Así, por primera vez, once candidatos se presentarán
en centros abiertos en Guadalupe, Martinica, Reunión y
en Guyana.
Sed pues - cada uno de vosotros - en vuestros puestos, en vuestros empleos,
de los actores de esta diversidad, de esta apertura del oficio, identificando
talentos, fomentando las vocaciones.
La función pública, por último, es un conjunto de misiones muy
particulares. A vosotros, nuestros conciudadanos, a través de sus representantes
a través de su Gobierno, a través de los responsables políticos
se eligen, confían la tarea de diseñar e implementar
políticas públicas orientadas al interés público, que respondan al bien común
común, es decir, res publica.
A vosotros, conservadores, se os ha confiado la alta misión de preservar
enriquecer, dar a conocer y transmitir los tesoros de nuestros museos,
de nuestros archivos, de nuestros monumentos, y de estos tesoros de la arqueología que
algunos llaman tan bien los «archivos del suelo».
A través de vosotros, la sociedad os encarga recordarla en su precioso deber
de conservación y transmisión, deber que los imperativos de un presente
invasor y el «bombardeo» de imágenes y simulacros le harían
rápido olvidar sin su concurso.
Sean, en cada momento de su carrera, contrabandistas, testigos,
de los vigías que permiten a nuestros contemporáneos medir
que Buffon designaba por la expresión, tan misteriosa como poética, de
«abismo oscuro del tiempo».
También estén orgullosos de ser científicos.
Son considerados y reconocidos como cuerpos científicos por
excelencia en este ministerio.
Es un gran honor. Es un desafío. Un conservador del patrimonio
está llamado a ejercer fuertes responsabilidades administrativas,
establecimientos, servicios, equipos. Es un aspecto emocionante
sino también exigente de su oficio. Nunca debe convertirse en todo el oficio.
Es necesario conciliar continuamente en vosotros tres dimensiones: la del
responsable, del administrador, del científico.
Porque el patrimonio solo se conserva y se transmite en la
en la medida en que se conoce, siempre tenga la ambición de ser los mejores
conocedores de sus colecciones.
Conozca su estado para asegurar, con los restauradores del patrimonio,
su conservación preventiva y su restauración.
Conozca su historia y contenido para asegurar, con
universitarios e investigadores, su difusión al público más
amplio.
Conocerlos para asegurar, en una relación informada con los actores
del mercado del arte, su enriquecimiento.
En otras palabras, conocerlos para amarlos y hacerlos amar.
Ustedes son científicos al igual que los historiadores del arte y los
historiadores, y usted sabe que la historia y la historia del arte están en nuestro
países hoy dos desafíos intelectuales, educativos y pedagógicos
esenciales que no se levantarán correctamente - estoy convencido de ello -
que con el concurso del Ministerio de Cultura, es decir, el vuestro.
He aquí, queridos amigos, lo que quería deciros hoy, recibiéndoos
hoy en esta casa, que es vuestra. Quería felicitaros,
gracias e invitaros cordialmente, como diría Spinoza,
a «perseverar en vuestro ser» o si se quiere ser más voltairiano, a
«cultivar su jardín».
Le doy las gracias.