Señor Prefecto de la región de Guyana, estimado Denis Labbé, Señor Vicepresidente de la Región de Guyana, estimado Jocelyn Ho-Tin-Hoe, Señora Rectora de la Academia de Guyana, estimada Florencia Robine, Señoras y señores electos, que nos haga la amistad de estar entre nosotros esta tarde, Señor Comisario General del Año de Ultramar, querido Daniel Maximin, Señor Delegado General para la Lengua Francesa y las Lenguas de Francia, querido Xavier North, Señor Director de Asuntos Culturales de Guayana, querido Michel Colardelle, Y todos vosotros, queridos amigos, reunidos en torno a los jóvenes guayaneses y a los artistas que habéis querido hacer esta tarde vuestros portavoces,

Respondiendo en gran número a nuestra invitación - vosotros que venís de todos los territorios ultramarinos de la República - aceptando confrontar vuestras experiencias, vuestras convicciones, vuestras pericias, para sentar con nosotros las bases de una nueva política de las lenguas, habéis hecho de Cayena, durante tres días, la capital francesa de ultramar.

Estos encuentros de Cayenne marcan, en primer lugar, un resultado, que me parece, que deseo saludar en nombre del Gobierno.

Con Daniel Maximin, estábamos anteanoche en la Cinemateca francesa, en París, para inaugurar el ciclo de cine "Images des Ultramar" - una bellísima manifestación que presentará hasta el final del año sesenta películas, para luchar contra lo que Daniel Maximin llama el "déficit de imágenes". Creo precisamente que en todos los ámbitos de la cultura se trata de hacer que, mediante un esfuerzo colectivo, este "déficit de imágenes" no sea pronto más que el recuerdo de un anacronismo.

¿Por qué hablas de anacronismo?

Porque estoy fundamentalmente convencido de que los ultramar franceses representan para Francia un laboratorio único de la diversidad cultural, por su contribución esencial a nuestro patrimonio cultural y artístico común. Está en juego lo que el poeta de San Pedro y Miquelón, Eugenio Nicole, llama "la ignorancia de nuestra situación en el mundo".

Cuando Francia reivindica la noción de diversidad cultural en los foros internacionales, sus representantes se oyen decir a menudo, me perdonarán la expresión, que deberían comenzar por "ir a limpiar sus casas". Quizás estas críticas no siempre estén equivocadas.

El viento de la historia nos habrá dejado su cortejo de heridas. La herida de la trata, de las opresiones de todo tipo, de las discriminaciones. También nos dejó en herencia el apego a la República. Hoy, la diversidad cultural se ha convertido en un valor: cuánto camino, en efecto, recorrido en algunas décadas... Sin embargo, los cultivos de ultramar siguen sufriendo una falta de visibilidad y reconocimiento en nuestra República. Es este "déficit" el que hace, por ejemplo, que el cine ultramarino haya permanecido mucho tiempo en el estado de promesa. Es a lo que se aferran personalidades como Euzhan Palcy y tantos otros, Raoul Peck también que dirige la FEMIS, y que nos aporta toda la riqueza de su perspectiva haitiana sobre la cuestión.

En todos los frentes he querido hacer de las culturas ultramarinas una prioridad de mi acción al frente del Ministerio de Cultura y Comunicación. Con este espíritu, hace más de un año lancé un plan de acción para el ultramar, que comienza a dar sus frutos.

Remediar el déficit de imágenes no es contentarse con los símbolos. Estos son importantes, incluso esenciales, como la ceremonia en honor de Aimé Césaire en el Panteón, al que el presidente de la República rindió homenaje. Pienso también en todas las formas de reconocimiento público dadas a los artistas ultramarinos, o también en la clasificación del maloya como patrimonio inmaterial por la UNESCO: en el ámbito del reconocimiento, nunca se hará lo suficiente. Estas son muestras de apego a uno de los componentes esenciales de nuestras identidades culturales.

Los símbolos, por supuesto, no son suficientes.

Durante mis viajes a ultramar, no habría escatimado esfuerzos, en particular para velar por que los ultramar se tuvieran siempre en cuenta en las iniciativas de alcance nacional lanzadas por mi ministerio.

En el ámbito del patrimonio, por ejemplo, las obras son numerosas. Cuando creé en septiembre pasado el sello de las "Casas de los Ilustres", que pone en red 111 lugares en los que se inscribe la memoria de las grandes figuras de las letras, de las ciencias, de nuestra vida política, en el conjunto de los territorios franceses, me aseguré de que elsea por supuesto representado por varios lugares emblemáticos, como por ejemplo la casa de Félix Eboué, aquí en Guyana, o la de Anne-Marie Javouhey en Mana. ¿Qué tal mañana, la de un prestigioso Gran Hombre?

Los retos patrimoniales son también proyectos como el de transformar, en Mayotte, el palacio del Gobernador en un museo de la cultura y de la historia mahorís, que tanto necesita la isla. Stéphane Martin, presidente del Museo del Quai Branly, me ayudó mucho a definir las grandes líneas de este proyecto.

Tener más en cuenta a los extranjeros, para mi ministerio, es también apoyar las escenas del espectáculo vivo. Teatros, centros dramáticos, compañías de baile... Queda mucho por hacer, sobre todo en materia de etiquetado nacional de las estructuras existentes y de creación de nuevos equipos. Estoy muy agradecido por el excelente trabajo de las direcciones de asuntos culturales de mi ministerio, que acompañan diariamente la dinámica de la cooperación con las colectividades territoriales. A veces los desafíos son relativamente fáciles de resolver, pero también pueden implicar inversiones más importantes: en todos los casos, lo esencial es que la cooperación entre las colectividades y el Estado pueda ser lo más estrecha posible, y que la cultura en ultramar no se quede en el punto muerto de las relaciones con el Estado y la metrópoli.

En todas estas obras, creo que hemos alcanzado un punto de no retorno, y estas dinámicas podrán ser retransmitidas próximamente por la agencia nacional de promoción de los cultivos ultramarinos, cuyo lanzamiento oficial puedo anunciar hoy, por mi Ministerio y el de Ultramar, a principios de 2012.

Hoy, por medio de las lenguas terminamos este formidable acontecimiento que ha sido el Año de los Ultramar. Terminamos con las lenguas, o más bien comenzamos con las lenguas: es un símbolo formidable, porque cada una de nuestras lenguas posee un fragmento de universal; porque también tenemos la República y la lengua francesa en común. De las 75 lenguas de Francia identificadas en 1999, las dos terceras partes son lenguas ultramarinas. Estas lenguas, casi todas ellas lenguas maternas, están más vivas que nunca. Pero otros, como sabemos, se encuentran en una situación de desaparición anunciada. Esto confiere a los entes públicos una responsabilidad que, por mi parte, no eludiré.

También he querido que vuestros encuentros se celebraran aquí, en Guyana.

En primer lugar porque las colectividades territoriales de Guyana - el consejo regional y su presidente Rodolfo Alejandro - están muy comprometidas en un trabajo particularmente necesario de reconocimiento de las culturas en su diversidad, junto con la apertura de las comunidades. Hemos desarrollado proyectos comunes a los que estoy particularmente apegado, pienso en ese corazón cultural que el antiguo hospital Jean-Martial, donde iré mañana con Alain Tien-Liong, presidente del consejo general, y Rodolphe Alexandre, podrá representar para la creación y la memoria en Guyana, también para la investigación, en particular en el ámbito lingüístico y de las tradiciones orales, así como de la cultura inmaterial. También firmaremos mañana cuatro convenios entre el Estado y las colectividades territoriales guyanesas: un convenio marco de desarrollo cultural con la Región, otro entre esta última y el Centro nacional del cine y de la imagen animada, una convención de desarrollo cultural territorial con Saint-Laurent-du-Maroni, y una convención "territorio y lectura" con Maripasoula.

Entre las razones para organizar en Cayena los Estados Generales del Multilingüismo en los Ultramar, está, por supuesto, la extraordinaria riqueza y la complejidad del patrimonio lingüístico guyanés: 19 lenguas de uso corriente, entre ellas 7 extranjeras, entre ellas el portugués de Brasil, el cantonés y el mandarín, entre otros, el criollo guyanés, por supuesto, los cuatro criollos bushinés de base léxica inglesa o anglo-portuguesa, el Hmong, y seis lenguas amerindias. Para algunas, son lenguas que usted tiene en común con nuestros vecinos de Surinam, especialmente para las lenguas de los cimarrones, y de Brasil, para el criollo guayanés hablado por los Galibi-Marwono y Karipuna, pero también el wayampi, el palikur, el Kalina, entre otras lenguas amerindias que son casi todas transfronterizas, y que se encuentran hasta Guyana y Venezuela. Lenguas vehiculares o vernáculas, lenguas en peligro para algunas, el espectro es muy amplio, y propicio a los cruces con las perspectivas lingüísticas de nuestros vecinos: las demás Guyana y en particular Surinam, los Estados caribeños, y por supuesto Brasil, donde el Primer Ministro está ahora mismo.

Aquí en Cayena, durante 3 días, se reunieron más de 250 personas de los cuatro continentes. Investigadores, profesores, actores culturales, muchos de ustedes trabajan diariamente para dar vida a estas cincuenta lenguas de Francia.

Venidos de las Antillas, de la Reunión, de Mayotte, de Nueva Caledonia - que tiene el récord de la diversidad lingüística de losmar francés, con el mosaico de las treinta lenguas Kanaks que la Academia de las Lenguas Canacas contribuye a resaltar por su trabajo notable, con la Agencia para el desarrollo de la cultura canaca, con el Centro Cultural Jean-Marie Tjibaou -, de Wallis-y Futuna, de Polinesia.

Deseo saludar calurosamente a la Delegación General a la Lengua Francesa y a las Lenguas de Francia, al Sr. Xavier North y a sus equipos, por su notable compromiso, por su trabajo pacientemente construido, mucho antes, con reuniones preparatorias, en Nueva Caledonia, en la Reunión, en las Antillas, y por supuesto aquí mismo, con la complicidad y la dedicación de mi amigo Michel Colardelle, el Director de Asuntos Culturales de Guyana, y de su equipo, que llevan a cabo aquí en Guyana una acción esencial - y creo que los representantes de los entes territoriales no discreparán. Reunir a investigadores, lingüistas, responsables de asociaciones culturales, profesores, traductores o artistas, procedentes de tres océanos para dialogar con sus homólogos guyaneses, no era un pequeño desafío. Este último ha podido destacarse también gracias a la colaboración que les han aportado la región de Guyana, el CNES, el Fondo Social Europeo y - puesto que esta velada es retransmitida en directo por la televisión - la cadena Guyana Primera, y quiero que les demos las gracias esta noche.

También quiero dar las gracias a Florence Gendrier, Michel Alessio y Valelia Muni Toke, no solo por su arduo trabajo con Xavier North, sino también por su coordinación del hermoso número de Culture et Recherche, revista de mi ministerio, para un número que recuerda: y creo sin presunción, las mejores horas del Correo de la UNESCO.

En países en los que, a excepción de San Pedro y Miquelón, la lengua francesa no es la lengua materna de la mayoría de la población, las viejas divisiones entre Jacobins y Girondins ya no tienen sentido. Los Ultramar muestran a la metrópoli que hay muchas otras maneras de concebir y vivir esta polifonía de la que Edouard Glissant, recientemente desaparecido, nos habrá mostrado el camino. Consolidar la coexistencia de las lenguas ultramarinas con la lengua francesa, en políticas específicas, ha sido el objetivo de vuestros encuentros. También está en juego la calidad del aprendizaje del francés.

Durante estos tres días habéis examinado todos los ámbitos en los que compartís la misma convicción: el equilibrio de las lenguas debe ser objeto de un planteamiento voluntarista, para una transformación de la mirada, para una transformación pragmática también. Comparto plenamente con ustedes esta convicción.

En el ámbito del uso de las lenguas en la vida social, habéis abordado cuestiones como el acceso al tratamiento para los ciudadanos no francófonos, o la promoción de su uso escrito, para luchar contra la relegación al único círculo privado que, como Mona Ozouf habrá mostrado para el bretón en Composición francesa, puede para una lengua volver "a largo plazo a condenarla a muerte".

También habéis debatido sobre lo que los lingüistas y los pedagogos llaman "equipamiento" de las lenguas: sus herramientas lingüísticas, las gramáticas, los diccionarios, los léxicos, la producción de herramientas didácticas... También en este caso, y a pesar de la variedad de situaciones, vuestros intercambios han debido ser particularmente valiosos - sobre todo en un ámbito en el que a veces lo simbólico o lo político puede prevalecer sobre lo eficiente: pienso en las grafías de los criollos antillanos. Pienso en lo que me confiaba el Ministro de Cultura de Cabo Verde hace algunas semanas: allí también, al otro lado del Atlántico, luchamos por grafías, y del mismo modo tenemos el criollo de las "islas azucareras" y el de las "islas sin azúcar"Los caboverdianos tienen el criollo de las islas al viento y el de las islas al viento. En estos campos técnicos, a veces es bueno recordar que en nuestras singularidades nunca estamos solos, para poder mantener el rumbo de la transmisión.

Transmisión dentro y fuera de la escuela: esta es otra de las áreas que ha abordado durante estos tres días. Aquí se juega el despertar a la diversidad y a su comprensión. Al conmemorar el décimo aniversario de la Declaración de la UNESCO sobre la diversidad cultural, comparto con la Directora General de la UNESCO, Irina Bokova, una convicción: la diversidad cultural es también y sobre todo una cuestión de competencias. Despertar a la diversidad de puntos de vista, ser capaz, desde la más temprana edad, de comprender que las lenguas constituyen tantas redes diferentes lanzadas sobre el mundo: eso es la competencia a la diversidad. Pienso en las situaciones de bilingüismo en la Polinesia francesa, en los intercambios cotidianos, en la radio, en la televisión, en el multilingüismo profundamente arraigado en las culturas canacas... La coexistencia de estas lenguas de Francia, que son las lenguas ultramarinas, con el francés constituye en este punto un formidable vivero de competencias pedagógicas y de apertura al mundo sobre el que debemos actuar colectivamente y del que la metrópoli tiene mucho que aprender. Cuando se dice que la diversidad es una riqueza que hay que explotar, el paralelismo con los recursos naturales y la biodiversidad me deja a veces perplejo: sin embargo, creo que con esta noción de competencia se entiende mucho mejor de lo que puede tratarse.

También ha hablado del papel que pueden desempeñar las herramientas digitales. Muchos de los 12 territorios y comunidades de ultramar están conectados. Es una gran oportunidad para la vivacidad de las lenguas ultramarinas, ya sea mediante el uso de redes sociales, soportes de vídeo, etc. También es una oportunidad para todos aquellos que contribuyen al estudio de las lenguas, y que luchan especialmente por la salvaguardia de las que están más amenazadas - pienso en el formidable trabajo que hace la asociación Sorosoro, y que probablemente todos ustedes conocen, tanto el éxito de su base de datos audiovisuales es una contribución muy importante al trabajo a menudo invisible de los lingüistas - fuera de los medios especializados. Pienso también en los instrumentos de colaboración propuestos, en particular, por la Delegación general a la lengua francesa y a las lenguas de Francia, en el "Corpus de la palabra": aquí también son numerosas las pistas que hay que explorar.

También habéis estudiado el lugar de las lenguas ultramarinas en la vida cultural y en los medios de comunicación. Nuestro patrimonio lingüístico, obviamente, encuentra su mejor abogado en su puesta en valor por la creación. Pienso en las múltiples pasarelas que no piden más que desarrollarse aún más entre el espectáculo vivo y el patrimonio inmaterial - ya se trate del teatro caribeño, del Deba de Mayotte, del maloya a La Reunión. Tuve el placer de recibir hace un año a Christine Salem y a sus músicos en mi ministerio para la edición 2010 de la Fiesta de la Música, con motivo de la inscripción del maloya en la lista del patrimonio inmaterial. Pienso también en todo el talento que se invierte en la organización de festivales como los transamazonianos, que tanto hace en la Guayana por el renacimiento de las culturas bushini y amerindias. Pienso en las tradiciones orales, en los cuentos de la infancia, en el arte oratorio tahitiano... Los ejemplos abundan de esta extraordinaria riqueza verbal, oral, onírica, sobre la que hay que velar, para preservarla, para realzarla al máximo, sin desnaturalizarla.

En el ámbito del cine que he mencionado brevemente, la considerable reducción de los costes hace que la producción y la realización sean mucho más accesibles que hace treinta o cuarenta años, cuando solo unos cuantos locos geniales se lanzaban al agua. Hoy es toda una nueva generación de jóvenes cineastas que emerge en los Ultramar: a nosotros, los poderes públicos, colectividades territoriales y Estado, de apoyarlos para que su obra pueda conocer una difusión a la medida de su talento, y llegar a los más variados públicos, en la metrópoli, en los demás ultramar. A este respecto, tengo la intención de que el Parlamento apruebe el impuesto especial adicional para Ultramar que permitirá acompañar esta vitalidad recuperada. En este nuevo cine, la visibilidad de las lenguas ultramarinas tiene sin duda su lugar.

La promoción de las lenguas ultramarinas es también, evidentemente, la televisión. He velado por que en el contrato de objetivos y medios de France Télévisions para el período 2011-2015 figuren objetivos ambiciosos y evaluables para los países de ultramar. Como saben, el paso a la TDT ha permitido enriquecer ampliamente la oferta de televisión en Ultramar; los ciudadanos de ultramar disponen ahora de 8 a 10 canales gratuitos. Las cadenas locales, que emiten principalmente en lengua vernácula, se transmiten en la TDT, con una calidad de sonido y de imagen mucho mejor. Mi Ministerio y el de Ultramar han establecido un dispositivo específico para acompañar a estas cadenas cuando encuentran dificultades financieras nuevas, que pueden deberse en particular a los costes de difusión a veces más importantes en digital, como es el caso, por ejemplo, de las Antillas. Esto también favorece la valorización de nuestra diversidad lingüística.

En todos los ámbitos del multilingüismo de ultramar, usted ha realizado durante tres días un trabajo considerable, del que deseo ante todo darle las gracias calurosamente. Examinaré con especial atención el resumen de las conclusiones a las que han llegado estos Estados generales, y de las que se acaba de presentar una síntesis. En primer lugar, quisiera encomiar el número y la calidad de las recomendaciones formuladas en los talleres y en las sesiones plenarias. Testimonian a la vez un largo trabajo de preparación «desde arriba» y un compromiso que compartís en el conjunto de los ultramar. La idea de estos encuentros era precisamente producir esta puesta en perspectiva inédita, entre países tan diferentes que comparten el multilingüismo.

No han dejado de lado ningún ámbito de desarrollo o de valorización del multilingüismo ultramar. Para abordar sólo un tema, en lo que respecta a las lenguas en la vida social en general, conviene recordar, como usted hace, que nada se opone a su empleo, puesto que va acompañado de una versión en lengua francesa que, por sí sola, tiene valor jurídico. Esta posibilidad de expresión es aún demasiado desconocida. Ahora bien, está abierta a todos, incluidos los servicios públicos y las administraciones, especialmente a nivel de las colectividades territoriales. Se trata de un medio formidable para garantizar la visibilidad y, diría yo, la legitimación de las lenguas de Francia. La publicación bilingüe, por un municipio, de la revista municipal o de textos emanados del consejo municipal, la adopción de las formas correctas y tradicionales de los nombres de lugar, junto con las formas oficiales que a veces se apartan de ellos: otros tantos medios de promoción del multilingüismo de ultramar con los que las colectividades locales podrían comprometerse, si así lo desean, y que pueden beneficiarse del apoyo del Estado.

En materia de lenguas regionales, hay que recordar que el artículo 75-1 de la Constitución, adoptado en 2008, introdujo, mediante su inscripción en el Título XII consagrado a los entes territoriales, un principio de responsabilidad compartida entre éstos y el Estado. Se abre todo un espacio de concertación y colaboración inéditas, que debe prosperar. Ya hemos iniciado un diálogo fructífero con varias regiones de Francia en torno a proyectos de desarrollo lingüístico. Huelga decir que Ultramar se presta por excelencia a este tipo de enfoque. Estos Estados Generales deben ser un punto de partida, y sé que ustedes esperan lo concreto, anuncios precisos y que serán seguidos de medidas.

Las ideas que ha debatido, muchas de las cuales pertenecen a un marco interministerial, me han parecido de gran relevancia, y he escuchado su mensaje; no quedará sin respuesta. Comunicaré a mis colegas del Gobierno, entre las medidas que puedan adoptarse, las que atañen directamente a su esfera de actividad. A este respecto, me alegra ver que numerosos agentes de la Educación nacional, a todos los niveles de la Administración, han participado activamente en los «Estados generales». Le ruego, señora Rectora, que les dé las gracias por ello. Trabajamos en el mismo sentido: una colaboración con los servicios de la Cultura es indispensable para cualquier avance en el camino que trazamos juntos. Durante los talleres de estos Estados Generales se ha levantado una demanda muy fuerte: la de adaptar para los Ultramar el Código de la Educación, inscribiendo más allá del creole, las lenguas maternas. Esto no es de mi competencia directa, pero entiendo esta petición, que como Ministro de Cultura y Comunicación, debo relevarme. Lo comunicaré a mi colega Luc Chatel, que sé que es sensible a estas cuestiones, para que encontremos el medio, quizás en el marco de una convención experimental entre el Ministerio de Educación Nacional y la Cultura, por ejemplo en Guyana, promover la inclusión de estos idiomas en la educación pública.

Por último, ¿cómo no desear que la historia de las artes reserve un lugar mayor a los monumentos y a las expresiones artísticas propias de los territorios ultramarinos afectados? ¿Está claro que los alumnos, todos los alumnos, independientemente de su origen, son iniciados en las grandes fechas de la historia de su territorio?

En mi ámbito de competencias, ya se pueden contemplar varias medidas. Quiero que se hagan realidad. En particular, ha insistido en que las lenguas de ultramar deben mostrarse más en los lugares públicos. Es la cuestión de su visibilidad, de su «socialización».

Por ello, pido a los museos dependientes del Ministerio de Cultura que prevean en adelante carteles y señalización que informen al público en la lengua(s) regional(s) en uso en el territorio de implantación, y prever visitas de conferenciantes en esta o estas lenguas(s). Me parece que las ciudades que tienen el sello «ciudad de arte e historia» podrían hacer lo mismo, como ya ocurre en Saint-Laurent-du-Maroni.

En el ámbito del espectáculo vivo, podrían establecerse dispositivos específicos para ayudar a las prácticas de aficionados que recurren a las lenguas de ultramar y a su traducción al francés. Debería alentarse a los teatros públicos a que establecieran mecanismos de sobretitulación para facilitar la comprensión del público alófono. Y tengo la intención de pedir al Instituto francés y a la futura agencia de ultramar que se coordinen para favorecer la circulación en terceros países de los espectáculos producidos en sus territorios. Incluiré en el pliego de condiciones de los establecimientos que subvenciono la obligación de coproducir y programar espectáculos en las lenguas de ultramar.

La lectura pública requiere un esfuerzo especial. Soy muy consciente de que las lenguas habladas en ultramar están desigualmente «equipadas», como dicen los lingüistas. Sin esperar necesariamente a que concluya su codificación, las bibliotecas públicas deberían identificar más claramente las obras publicadas en los idiomas de ultramar, y lo digo con la mayor firmeza: nuestros dispositivos de ayuda a la difusión del libro y a la edición deben estar ampliamente abiertos a las lenguas regionales, que dependen del Derecho común.

Lo mismo cabe decir de las industrias culturales y de los medios de comunicación. Como ustedes saben, en lo que respecta a los servicios de radio, la ley ya autoriza a contabilizar las canciones en lenguas regionales con arreglo a las cuotas asignadas a las canciones de expresión francófona. Esta posibilidad no se aprovecha suficientemente. En cuanto a los dispositivos de ayuda financiera de que gozan los medios de comunicación escritos y audiovisuales en francés, deben estar igualmente abiertos a los medios de comunicación que utilizan las lenguas regionales: cuenta de apoyo a la industria de los programas cinematográficos y audiovisuales, fondos de apoyo a la expresión radiofónica, etc. A este respecto daré instrucciones firmes a los dirigentes del sector audiovisual público - disposiciones que, por otra parte, ya están inscritas en sus contratos de objetivos y medios.

Y ya que estamos en Guyana - pero el propósito podría extenderse a varios otros territorios -, permítanme volver sobre el polo lingüístico y del patrimonio inmaterial: después del estudio Tertius realizado por iniciativa de la Dirección de Asuntos Culturales, y de las peticiones que usted mismo ha expresado con fuerza ayer y hoy, me comprometo a plantear al Presidente del Consejo Regional - y sé el interés que tiene en la cuestión de la diversidad cultural - : crearemos juntos este polo el año que viene. Este polo no será una institución autoritaria: estará abierto a la concertación de los hablantes y representantes de las comunidades; tendrá a la vez la función de facilitar el conocimiento y el archivo de las lenguas y culturas orales, de desarrollar su difusión, y facilitar la concertación también de los diferentes servicios públicos sobre las lenguas de ultramar y sus hablantes.

Hay muchas otras iniciativas posibles, y cuento con ustedes para sugerirlas. Pienso en las traducciones a las lenguas ultramarinas en los sitios web de las direcciones de asuntos culturales de los Ultramar; eso es poco, pero contribuye también a dar ejemplo. Estoy pensando en la creación de un portal de Internet para el multilingüismo de ultramar, que ofrezca las herramientas adecuadas a quienes las necesitan. Como les he dicho, no olvidemos los recursos digitales, que sin duda hay que explotar mejor.

El multilingüismo de ultramar constituye, en mi opinión, un eje fundamental de desarrollo de los territorios, en el cruce de prácticas culturales, usos sociales y compromisos políticos. Cada vez que las colectividades lo deseen, me comprometo a que el Estado esté allí para apoyarlas, teniendo en cuenta la especificidad y la complejidad de cada configuración. Este es el sentido de la exigencia que os habéis fijado durante estos tres días: poner en común convicciones comunes, manteniendo el rumbo del pragmatismo en las medidas que proponéis, para definir coexistencias eficientes, donde el respeto tiene su lugar.

Apostar por la polifonía es correr el riesgo de lo diverso. Quiero tomarlo con ustedes.

Fue Joseph Zobel, el autor de La Rue Case-Nègres, quien escribió en un poema dedicado a Aimé Césaire: "escucho el oxígeno de tu verbo"

Le doy las gracias.