Me enteré con profunda emoción de la desaparición de Georges Wilson, que nos dejó a la edad de 88 años.

Su compañerismo histórico con Jean Vilar lo llevó a los escenarios del Teatro Nacional Popular (TNP), que dirigió con mano segura de 1963 a 1972, y las del Festival de Aviñón en particular, tantos lugares prestigiosos donde se ha ilustrado con interpretaciones y escenificaciones memorables.

De Shakespeare a Anouilh, de Molière a Pirandello, de Jarry a Sartre, Beckett o Thomas Bernhard, exploró el repertorio francés e internacional con una curiosidad insaciable y generosa

Este maestro del arte dramático también desempeñó un papel destacado en las pantallas, tanto en el cine como en la televisión, y supo pasar con brillantez al otro lado de la cámara.

Gracias a su talento para revelar en toda su complejidad los papeles y los personajes, su rostro, su silueta y su voz se han hecho familiares a cada uno de nosotros.

Quedará en todas las memorias, no solo como uno de los más grandes actores y directores franceses del siglo XX, sino como el emblema mismo de una determinada idea del arte de la escena, profundamente humanista, Fiel a lo mejor de la tradición francesa y siempre abierto a las sorpresas de otros lugares. Supo ser a la vez un clásico y un visionario.