Elizabeth Taylor fue la última estrella cuya vida romántica y los filmsromanescos formaron una sola obra con encanto mágico y ahora legendario.

Su filmografía forjada a partir de un talento reconocido desde su infancia y
«Fiel Lassie» abarca casi 70 años de historia del cine. Heroína
películas extravagantes de Tennessee Williams con 'El coño en un techo
ardiente» o «Súbito el verano pasado», encarnación de una «Cleopatra» que hizo
fluir más tinta y más dólares que ninguna soberana de la pantalla, estrella
de una serie sensacional y emocionante en una serie de películas notables
donde se refugiaban los sentimientos apasionados que lo unían a Richard Burton,
Elizabeth Taylor realmente hizo soñar a un público planetario.

Ella dibujó tantos puntos de referencia y momentos intensos de la aventura del
7º Arte rodando con los mejores directores, los mejores
actores de su generación cuyo catálogo ocupa toda la memoria del
cine.

Los matrimonios, los caprichos supuestos y los retrasos bienes reales, las joyas y
el estilo de vida fastuoso, toda una manera de ser testigo de un fantástico
apetito cuya existencia habría podido escandalizar al público si no hubiera percibido, en
al mismo tiempo, las penas y los accidentes de salud, las caídas
espectaculares y los prodigiosos «come backs» revelando una humanidad y una
generosidad inigualables.

Adorable y brillante en su debut en Mervyn Leroy (Las cuatro chicas del
doctor March) y Minelli (El padre de la novia), que luego conquistó un
irradiación y una fuerza asombrosa en la transgresión y en la audacia,
que acompañan la emancipación de las mujeres, tanto en su vida como en la pantalla. De
la ingenua a la madre valiente, de la seductora a la «fiera domesticada»,
supo encarnar todas las facetas de lo femenino en el siglo XX.

Durante más de veinte años, Liz Taylor, una mujer de gran generosidad, había
ha puesto su notoriedad y su aura al servicio de la lucha contra el sida
constancia y determinación.

Mujer amorosa y valiente, madre cariñosa de cuatro hijos,
inglesa de origen ennoblecida por la Reina, Elizabeth Taylor era, en privado, una
persona tímida y dulce, cultivando amistad con una amabilidad rara. Ella
lleva consigo este misterio cuyos secretos supo practicar con una
Gracia y una brillantez incomparable: el glamour.