Emile Biasini fue a la vez un gran administrador y un auténtico visionario. Fue uno de esos pocos espíritus iluminados que se lanzaron con pocos medios pero con una fe inquebrantable en la aventura de la creación del ministerio que entonces se llamaba Asuntos culturales. Consejero técnico de André Malraux, luego director del Teatro, de la Música y de la Acción cultural, contribuyó activamente a la creación de las primeras casas de la Cultura.
Después de salir de la calle de Valois, dirigió principalmente la ORTF y luego la
Compañía francesa de televisión.
Posteriormente, a petición de Jacques Chaban-Delmas, se convirtió en
Presidente de la Misión interministerial para el desarrollo de la costa
Aquitania.
Bajo la presidencia de François Mitterrand, Emile Biasini fue encargado de
coordinar los grandes trabajos. Se consagró entonces con convicción y
entusiasmo por la puesta en marcha del Gran Louvre, seguido de
el nacimiento de la Biblioteca Nacional de Francia como
Secretario de Estado de Obras Públicas.
Su nombre seguirá vinculado a logros que han dado forma en profundidad
nuestro paisaje cultural, al mismo tiempo que han ampliado el público y
las misiones del Ministerio de las que fue un servidor constante tanto como un
director de obra prudente. Ocupa un lugar de primer orden en
la historia de las políticas públicas de la Cultura, de las que supo ser a la vez
«la abeja y el arquitecto».