Andrée Chedid acaba de dejarnos. Era a la vez un gran escritor y una personalidad luminosa, una mujer de corazón, de espíritu y de palabra.
Ella, que había nacido en El Cairo, había decidido hacia su vigésimo quinto año instalarse en París, en la ciudad que tanto amaba. Andrée Chedid habitaba nuestra lengua y estaba habitada por ella: novelista, Nouvellista, autor dramático pero ante todo y siempre poeta.
Muy preocupada por desvelar el secreto de las cosas, por mostrarlas como son y por no disfrazar nada de lo trágico de la vida, quería también mostrar su belleza, grandezas, alegrías y todo lo que en nuestra vida cotidiana, a pesar de todas las adversidades, es fuente de esperanza.
Hoy mismo se ha entregado el premio del tercer Concurso Andrée Chedid del poema cantado, con motivo del lanzamiento de la Primavera de los Poetas 2011.
Gran escritor de lengua francesa, fiel a sus raíces libanesas y a su infancia egipcia, Andrée Chédid nos deja una obra que permanecerá también como una maravillosa defensa en favor del diálogo de las culturas.
En estos momentos tan difíciles, quiero asegurar toda mi simpatía a su hijo Luis y a su nieto Mateo, que heredaron su gusto por las palabras y el arte de hacerlas cantar.