Homenaje de Frédéric Mitterrand, ministro de Cultura y Comunicación, a Werner Schroeter
Estoy profundamente conmovido por la desaparición tan brutal y
prematura de Werner Schroeter. Era un gran cineasta, un
compañero de camino de la nueva ola alemana pero también un
hombre de teatro absoluto, uno de esos artistas a la alemana que saben
tan maravillosamente, tan íntimamente, conceder su amor por la ópera,
de la cámara y de los tablones para darnos imágenes
inolvidables de Maria Callas o de Maria Malibran.
Era un auténtico artista, un hombre que pensaba en su arte y que
nos hacía preguntas candentes, esenciales, sobre la muerte, la
religión, moral. Él amaba apasionadamente Francia y había hecho
convertir a Carole Bouquet e Isabelle Huppert en papeles de mujer
como solo él sabía tejerlos: frágiles, rebeldes, heroicos.
Nadie olvidará su magistral «Palermo», Oso de oro en Berlín en
1980, una obra maestra de realismo donde estalla el formidable potencial de
metamorfosis de este cineasta atormentado y majestuoso.