Con gran tristeza me enteré de la desaparición a los 87 años de Alain Jouffroy.
Escritor, crítico de arte, incansable director y animador de revistas, gran testigo de su siglo, comprometido políticamente a la vanguardia de su tiempo, Alain Jouffroy habrá sido todo esto a la vez. Sin embargo, en las mil y una vidas que han formado la suya, permanecerá ante todo, a nuestros ojos, como un poeta.
Porque tenía una visión incandescente, ardiente de la poesía, que lo acercó un tiempo a los surrealistas y luego a todos los movimientos de vanguardia de la segunda mitad del siglo XX. Pero sólo de él supo sacar el fuego interior, del que hizo la materia única de sus numerosos poemas.
Revolucionario apasionado en muchos campos - ya sea que uno solo piensa, para aferrarse a la creación artística, los artistas que ha descubierto o acompañado, los Buren, Erro, Fromanger, Hains, Hélion, Matta o Monory - ha demostrado una fidelidad inquebrantable tanto en sus ejercicios de admiración como en sus amistades.
El arte y la poesía pierden a un actor atento y generoso.